Peña de Surta y Cueva Drólica

TREKKING I 11 km I 540 m+

Peña de Surta (1.348 m) y Cueva Drólica

DE LA AZOTEA AL SÓTANO

COMO UN BALCÓN CON PRIVILEGIADAS VISTAS AL PIRINEO, LA PEÑA DE SURTA REINA SOBRE EL BIELLO SOBRARBE. CORONAR SU MAYESTÁTICA CUMBRE ES SÓLO EL PRIMER PLATO EN UNA EXCURSIÓN QUE NOS LLEVARÁ TAMBIÉN A VIAJAR, LINTERNA EN MANO, HASTA LAS MISTERIOSAS ENTRAÑAS DE LA TIERRA.

Texto y fotos: Sergio Fernández Tolosa & Amelia Herrero Becker

En el corazón del Biello Sobrarbe, a orillas de un río Vero recién nacido, un pequeño pueblo llamado Sarsa de Surta, otrora aquejado por el virus del abandono que asoló la comarca durante la segunda mitad del siglo pasado, emite esperanzadoras señales de vida. Aquí, en los confines septentrionales del Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara, tras décadas de forzoso silencio, las piedras vuelven a hablar.

A quien quiera escuchar, le cuentan historias de otra era. De cuando no existía carretera y hasta Barbastro había ocho horas a pie y diez si se iba con caballerías. De cuando hubo tres barrios y casi treinta casas. De cuando tres generaciones habitaban el mismo hogar. De cuando el hombre sabía vivir con lo que le ofrecían estos montes calizos, agrietados, repletos de cuevas y fuentes. De cuando un castillo coronaba con gallardía el Tozal de Surta, la panorámica cumbre a la que pretendemos subir.

EN CUATRO HORAS DE EXCURSIÓN SÓLO NOS CRUZAMOS CON TRES CORZOS QUE BRINCAN MONTE ARRIBA, GRÁCILES Y SALTARINES, AL OÍRNOS LLEGAR.

RECORRIDO

11 km

Itinerario circular con inicio y final en Sarsa de Surta, para ascender por sendero hasta la cúspide de la Peña de Surta y, de regreso, tras pasar por el Collado de Sampietro, visitar la sorprendente Cueva Drólica.

DESNIVEL

540 m+

Aunque no se acumule un desnivel excesivo, hay que tener en cuenta que prácticamente toda la ascensión se concentra en la primera parte del recorrido. Ello no implica que el resto de la ruta sea pan comido.

DIFICULTAD

3/5

El firme es pedregoso, sobre todo en el sector de sendero de la zona intermedia. En la cumbre, aunque el paso no reviste dificultad, hay un profundo acantilado que demanda absoluta atención y prudencia.

ATRACTIVOS

☆ ☆ ☆

Los corzos brincando entre los bojes, la impresionante repisa rocosa de acceso al tozal, el espléndido panorama del Pirineo y el Cañón de Balced, las estalactitas y estalagmitas de la Cueva Drólica, el pueblo de Sarsa de Surta…

MONTAÑA ARRIBA

Desde la iglesia del pueblo, subiendo por la calle principal –la única, en verdad–, encontramos un sendero señalizado que parte a la derecha, monte arriba. Al alzar la mirada, el cresterío rocoso de la Peña de Surta refulge como un faro en lo más alto.

Enseguida pasamos frente a la última casa del pueblo, que como muchas otras ha sido recientemente restaurada, y en cuyo arco de entrada, en la dovela central, cuatro cifras ayudan a hacerse una composición de lugar: 1781. El año en que se descubrió Urano, Kant publicó su Crítica a la razón pura y Tupac Amaru II murió ejecutado tras rebelarse contra el gobierno colonial español en Perú. De ello hace ya casi un cuarto de milenio, pero Casa La Cruz no es ni por asomo la vivienda más antigua de Sarsa de Surta. En la parte baja del pueblo se encuentra Casa Ramón, también rehabilitada, con el año 1576 tallado bien claro en su clave.

El sendero trepa sin tregua, pedregoso, afanoso y evidente, pero sin asfixiar. Entre bojes aún tiernos y algún quejigo aislado, ganamos altura rápidamente, aunque no tanto como los tres corzos que emprenden la huida a brincos cuando nos oyen llegar.

UN PANORÁMICO RODEO

Tras media hora de ascensión, la senda se incorpora a un camino más ancho que también sube desde el pueblo. Desde el collado, la cumbre se adivina sobre nuestras cabezas, altiva e imponente. No es de extrañar que en lo alto construyeran un castillo, que debió de ser realmente inexpugnable.

Para acceder a la plataforma cimera el sendero realiza un amplio flanqueo a los pies de los verticales farallones, que desde aquí parecen incluso desplomados. En el extremo opuesto del crestón, un pequeño resalte da paso a una impresionante repisa rocosa, que a su vez nos conduce hasta la rampa que da acceso a la parte superior del tozal.

Una vez en lo alto, la panorámica hacia el norte es realmente magnífica, con el Pirineo invernal en todo su esplendor. Al sur, la Sierra de Guara y el Tozal de Asba protagonizan la escena. Aunque el paso es amplio y franco, el invisible vacío del acantilado nos produce un incómodo repelús, por lo que sin demorarnos ni prestar demasiada atención a los restos de la torre medieval –apenas un par de hileras de sillares bien alineados–, hacemos una foto de cumbre, atamos a Chincheta y decidimos almorzar más abajo.

DE LA TORRE MEDIEVAL QUE CORONÓ LA CUMBRE APENAS QUEDAN UN PAR DE HILERAS DE SILLARES BIEN ALINEADOS.

CAMINO CABAÑERO

De nuevo en el collado, a la derecha se adivina el Cañón de Balced y el río Isuala, desde muy abajo, nos llama con el rumor de sus aguas turquesas. Aquí tomamos el antiguo camino cabañero que unía Alquézar con Boltaña por el lomo de la Sierra de Sevil. Aunque el sendero es prácticamente llano, el firme constituye un auténtico pedregal durante los 3 km que nos separan del Collado de Sampietro.

Durante la travesía, el Pirineo luce a nuestras espaldas mientras caminamos entre bojes y carrascas. Poco antes del final, el sendero sube unos metros, se engalana y se retuerce entre viejos quejigos.

Al llegar al collado ya tenemos ganas de tomar la pista que baja rumbo a Sarsa de Surta. Unos 400 metros más abajo aparece, marcado solamente con un pequeño hito de piedras, el desvío a la Cueva Drólica. El sendero, muy estrecho, se cuela entre erizones y aliagas hasta la entrada de la cavidad, que aguarda a otros 400 metros de la pista.

DESDE EL COLLADO, A LA DERECHA SE ABRE EL CAÑÓN DE BALCED, Y EL RÍO ISUALA NOS LLAMA CON EL RUMOR DE SUS AGUAS TURQUESAS.

VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA

La entrada a la cueva es amplia y una reja impide el acceso a los animales que no saben abrir puertas. Tenemos muchas ganas de verla por dentro, pero para poder explorarla con calma decidimos comernos el bocadillo antes de entrar.

En el interior, la vista tarda unos minutos en acostumbrarse a la oscuridad, y muy pronto nos arrepentimos de no haber traído unos focos de luz más potentes que los frontales. La cueva es realmente grande. Mucho más de lo que habíamos imaginado. Estalactitas, estalagmitas, banderas, columnas… Impresionante. Nosotros, posiblemente pecando de prudencia, nos limitamos a explorar la galería principal, que sube ligeramente hacia la derecha por un grueso lecho de arcilla pegajosa, resbaladiza y sonora.

Tras despedirnos de un par de murciélagos que dormitan colgados del techo, regresamos al mundo exterior. Aseguramos con cuidado la doble cerradura y retrocedemos hasta la pista. Durante la bajada final, aún impresionados por la belleza que esconde el subsuelo, planeamos en voz alta una nueva visita. "Aquí hay que traer a tu padre". "Sí, quizá esta sea la cueva de los alrededores de Aínsa de la que siempre me habla".

POSIBLEMENTE PECANDO DE PRUDENCIA, NOS LIMITAMOS A EXPLORAR LA GALERÍA PRINCIPAL, QUE PERMANECE REPLETA DE ESTALACTITAS, ESTALAGMITAS, BANDERAS, COLUMNAS...

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