Correr con huaraches

EN PRIMERA PERSONA...

Correr con huaraches

UN CAMINO DIFERENTE

DICEN QUE LA CARRERA A PIE ES UN EJERCICIO NATURAL EN EL SER HUMANO. ENTONCES, ¿POR QUÉ NOS LESIONAMOS CON TANTA FRECUENCIA CUANDO CORREMOS? ¿ES POR EL CALZADO? ¿POR UNA MALA TÉCNICA DE CARRERA? ¿O POR UNA COMBINACIÓN DE AMBAS?

Texto y fotos: Sergio Fernández Tolosa

Hace cuatro años compré mis primeras sandalias huaraches. No sabría decir si fue por influencia del magistral relato Nacidos para correr, de Christopher McDougall, o seducido por la melena al viento y el apolíneo torso de Anton Krupicka, que antes de fichar por New Balance y posteriormente por LaSportiva también vivió su etapa minimalista, cuando cortaba con un cuchillo la suela de sus zapatillas para "reducir peso y tener una mejor percepción del terreno".

Me gustaría pensar que fue una decisión racional. Sin embargo, la adquisición de aquellas sandalias era una maniobra desesperada. Llevaba años, demasiados años, sin poder correr de forma continuada a causa de reincidentes y frustrantes sobrecargas en los sóleos, que a veces se bloqueaban y resentían durante días por apenas unos minutos de trote cochinero. Llegué a creer que lo había probado todo: zapatillas con estabilización para pronador, estudios podológicos, plantillas ortopédicas, estiramientos, masajes… Por eso, cuando las huaraches se cruzaron en nuestro camino, mi mente, deseosa de volver a correr, me susurró: "no tienes nada que perder; bueno, sólo los 60 euros que cuestan".

CAMINAR Y CORRER CON HUARACHES ES LO MÁS PARECIDO A IR DESCALZO, PERO CON LA PLANTA DEL PIE PROTEGIDA.

PUNTO DE INFLEXIÓN

El punto de inflexión había tenido lugar casi un año antes, durante un viaje en bicicleta por las Highlands islandesas, en una escena propia de una película de Alejandro Jodorowsky. Tras cruzar un río de agua helada en pleno desierto volcánico, cuando me disponía a secarme los pies y calzarme de nuevo para seguir pedaleando, junto a la orilla encontré unas Hoka One One abandonadas. Me las probé cual Cenicienta y, voilà, eran de mi número.

Días después, ya en Reykjavík, en la pista de atletismo que hay al lado de las piscinas termales vi a un hombre enlicrado dando saltitos, caminando sobre los talones, corriendo de lado y cambiándose de zapatillas antes de empezar a rodar y acabar con unas aceleraciones.

Aquella tarde, viendo a aquel atleta entrenando solo en aquella pista inmensa, comprendí cuál era mi próxima meta: volver a (poder) correr.

DE CERO A DROP CERO

El punto de partida era desalentador. No es que tuviese que planificar y completar la famosa transición hacia el drop cero. ¡Tenía que empezar a correr desde cero! O mejor dicho: tenía que aprender a correr.

No voy ahora a reproducir todo el proceso, pues sería realmente tedioso e interminable, pero sí voy a apuntar los aspectos y momentos que fueron clave para que con el tiempo pudiese disfrutar otra vez de varias carreras a pie a la semana sin temor a sufrir aquellas recurrentes lesiones.

Evidentemente, las huaraches no fueron las únicas responsables del éxito, aunque en cierto sentido sí que me han ayudado a recuperar el estilo de zancada natural que, de manera incomprensible, había degenerado en un marcado y absurdo taloneo que nadie supo advertir ni corregir.

TÉCNICA DE CARRERA Y PACIENCIA

Normalmente, cuando uno tiene ganas de correr, lo que quiere es correr. Lo que menos le apetece es atrincherarse en un rincón del parque y pasar el tiempo haciendo ejercicios de fortalecimiento y equilibrio –las famosas lunge, el caminar de puntillas, los excéntricos de gemelo, etc.–. Pero es lo que toca. Así que a nuestro regreso de Islandia pasé varias semanas en las que sólo subía y bajaba escaleras hasta el Park Güell para después completar las series de ejercicios y volver a casa sin haber dado ni una sola zancada. No resultaba nada fácil, pero estaba muy determinado y sabía que si empezaba a correr antes de hora tropezaría en el mismo error de siempre.

Con el tiempo –la paciencia también hay que aplicarla para respetar los días de descanso– empecé a hacer más ejercicios de técnica de carreraskipping alto, skipping bajo, skipping a una pierna, correr de espaldas…– y aquello me pareció la repera. Era lo más parecido a correr. Incluso mejor. Al menos mucho mejor que lo que yo había entendido por correr en los últimos años.

Meses después llegó el fabuloso día en que la sesión incluyó algunas series cortitas de carrera lanzada. Qué gozada. Y qué emoción. Especialmente cuando lo pude hacer descalzo en la zona de arena dura de una paradisíaca playa de La Graciosa, durante la ruta de senderismo por etapas Vulcan Walk Lanzarote. En aquella época todavía no tenía las huaraches y todos aquellos entrenamientos preparatorios los realicé con las Hoka One One de drop 5 mm que me habían caído del cielo y que se convirtieron en una especie de talismán.

PRIMERAS IMPRESIONES

Cuando las huaraches entraron en la ecuación, ya había cambiado mi técnica de carrera. Ya no taloneaba. Todavía no hacía tiradas de más de 30 minutos pero me sentía seguro calzado con drops medios y disfrutaba con las aceleraciones.

La primera sensación al probar las huaraches fue de ligereza: 217 gramos en cada pie (talla 47). Era como ir descalzo pero sin notar las piedrecitas del suelo.

La suela de las Enix Sandals V2 –el modelo que compré– protegía más de lo que hubiera imaginado –entre la suela Vibram de 4,5 mm, la EVA de 5 mm y el footbed, el aislamiento es de 10 mm–, aunque también me quedó claro enseguida que de la amortiguación debía encargarse mi cuerpo, que pesa más de 80 kg.

Otra certeza que apercibí en los primeros metros fue que incluso caminando en llano tendía a apoyar primero la parte delantera del pie, lo que reducía de forma inconsciente la distancia del paso y difería radicalmente de mi modo habitual de caminar, que toda la vida ha sido talón-punta, talón-punta, talón-punta. Era como si estuviese haciendo ejercicios de refuerzo todo el tiempo.

A los pocos días las empecé a utilizar en las sesiones de técnica por el parque. También fui muy conservador. Las primeras veces troté con ellas distancias ridículamente cortas: 300 metros, 500 metros, 800 metros… No más. Incluso con estas precauciones al día siguiente notaba los sóleos y gemelos cargados, pero no contracturados (eran agujetas; aún me ocurre si las uso después de varias semanas sin correr con drop cero).

PROGRESIÓN POR SENSACIONES

Con el tiempo fui aumentando progresivamente las tiradas, tanto con las huaraches, que uso sólo cuando hace buen tiempo, como con el resto de zapatillas, y nunca he dejado de alternar el calzado.

A día de hoy sigo incluyendo días de descanso entre una salida y otra y procuro mantener una constancia. Si por cualquier motivo no puedo correr durante una semana, el regreso es gradual y hago al menos una sesión de ejercicios de puntas y algún trekking con escalones grandes. Sólo después retomo las salidas de "cacos" –CAminar COrrer– por la montaña, que siempre comienzan con un calentamiento en subida de unos 15 minutos (o hasta que noto que las piernas están preparadas).

SOBRE EL TERRENO

Pero volvamos a las cualidades de las huaraches y a su papel dentro de mi cotidianidad. No es lo mismo correr por pistas llanas y perfectamente pisadas como las del parque de El Retiro de Madrid o la Carretera de les Aigües de Barcelona que afrontar sendas abruptas y pedregosas como las que nos rodean en donde vivimos actualmente, en la Zona Zero de Aínsa.

Ese es precisamente uno de los problemas que veo a las sandalias minimalistas. A veces voy a correr con huaraches por terrenos rudos y ásperos que obligan a estar concentrado en todo momento y hay que reconocer que las ramas, piedras en punta, rocas que se mueven, zarzas y todos los pequeños obstáculos que con una zapatilla cerrada casi pasan desapercibidos, con las huaraches se convierten en un desafío que te mantiene alerta todo el tiempo. Moverse con ellas por terrenos así se convierte en un estimulante reto que hace que seas más consciente de todas las dificultades.

Por otra parte, aunque no soy un fanático de los cronos, en terreno abrupto nunca consigo ir igual de rápido o relajado con una sandalia que con un calzado más cerrado. Por esta razón, las huaraches las disfruto en caminos más definidos y firmes más tiernos, con pocas piedras y desniveles suaves que se prestan a correr un poco más rápido.

PUEDE QUE NO SEA EL CALZADO IDEAL PARA TERRENOS ÁSPEROS Y ABRUPTOS, PERO SÍ UNA HERRAMIENTA MUY ÚTIL EN LAS SESIONES PREPARATORIAS Y LA TÉCNICA DE CARRERA.

OBSTÁCULOS, ESTABILIDAD Y ADHERENCIA

Según mi experiencia, al correr con huaraches, hay que evitar a toda costa y en todo momento los siguientes trances: 1º aterrizar con el talón sobre una piedra (verás las estrellas) y 2º que se cuele una rama caída entre los dedos y el footbed (verás un agujero negro y puede que hasta te caigas por él).

Acerca de la estabilidad, aunque cueste creerlo, la verdad es que entre el trabajo de propiocepción y fortalecimiento y la estabilidad que confiere el drop cero cuando el pie y el tobillo se han tonificado, es sorprendentemente satisfactoria. Por supuesto, no hay que relajarse ni olvidar las sesiones preparatorias.

A nivel de tracción y adherencia, la suela de las huaraches V2 de Enix Sandals da muy buen resultado. El problema está más en la adherencia entre el pie y la sandalia, especialmente cuando acabas de cruzar un arroyo.

Para terminar, aunque no corro nunca por asfalto y no sabría decir qué tal sienta correr por firmes duros con ellas, a veces he tenido que trotar unos metros por suelos pavimentados y son un poco escandalosas, especialmente en bajada: plas, plas, plas, plas…

CONCLUSIONES

√ Tras tres veranos utilizando sandalias huaraches –donde vivimos ahora el invierno es demasiado frío–, he de decir que me gusta mucho el concepto. No soy, ni mucho menos, un talibán del minimalismo alpargatero, ni me considero barefoot, ni practicante del natural running, pues me gusta combinarlas y elegir el tipo de calzado según la ocasión, el terreno y mi estado de forma. Sin embargo, creo firmemente que las huaraches me han servido para aprender a correr mejor, a fortalecer el conjunto pie-tobillo y convencerme aún más de las ventajas de los drops bajos y, sobre todo, de la necesidad de usar calzados de perfil ancho que respeten la naturaleza del pie.

√ El sistema de correa típico de las huaraches –el "tanga" entre el primer y segundo dedo– hace que los dedos de los pies dejen de estar constreñidos y tiendan a fortalecerse, ganando capacidad de movimiento y fuerza. Ello también implica que se expandan y el pie se ensancha un poco. Cuando esto ocurra, ya no podrás volver a llevar zapatos o zapatillas de punta estrecha, ¿pero quién quiere eso?

√ En cuanto al sistema de sujeción, creo que es muy importante ajustar las huaraches bien desde el principio. Especialmente si es un modelo que no tiene hebillas que permitan fijar las cintas en una determinada posición porque si no lo consigues cuando son nuevas, las cintas se vician y después resulta muy difícil que se mantengan en una nueva posición. En mi caso, aunque las llevaba bien prietas, durante un tiempo el pie se me iba hacia atrás y sobresalía de la suela más de 1 cm por la parte del talón. Conseguí reajustarlo en un pie, pero no en el otro, pues las cintas corrían de nuevo hasta el punto en que habían quedado viciadas, así que tuve que darle unos puntos para fijarlas con aguja e hilo.

√ El otro problema que he tenido con el ajuste de las huaraches es que, a diferencia de lo que recomienda el fabricante, a mí me va mejor que la correa que pasa entre los dos dedos –el "tanga"– se mantenga recta mientras sube hacia el empeine. Si se ladea hacia el exterior del pie, me acaba provocando una rozadura en el segundo dedo. De este detalle no fui consciente hasta que las cintas se habían viciado, lo que provocaba que en la sandalia izquierda tuviese que reajustar las cintas cada pocos kilómetros hasta que opté por darle unas puntadas.

√ El drop cero requiere un período de adaptación. Lo ideal es usarlas mucho para andar en distintos terrenos antes de empezar a correr con ellas. Ya al caminar notas que el punto de apoyo se traslada desde el talón hacia la parte delantera del pie, lo que va a ir reforzando la musculatura del pie, tobillo, sóleo, gemelo…

√ Que tus pies sean más fuertes y ágiles no significa que seas un superhéroe. Siempre existe el riesgo de caer, tropezar, resbalar y hacerse daño. La cuestión es que la huarache hace trabajar más al pie y al ir con más cuidado eres más consciente de cada movimiento. Si se me permite el símil en términos ciclistas, es como cuando haces una trialera con una mountain bike sin suspensiones.

√ Acerca del tipo de terreno, no creo que sea del todo correcto afirmar que las huaraches tienen sus limitaciones. En todo caso considero que no son la mejor opción en según qué itinerarios. Al menos para mí. Aunque hay gente que corre ultramaratones con ellas, cada cual debe comprender que cada persona es distinta y que no por llevar huaraches vas a ser capaz, de la noche a la mañana, de correr como Forrest Gump sin cansarte ni lesionarte.

Como segundo calzado para un viaje a pie o en bicicleta, las huaraches cumplen algunas de las premisas que considero importantes –ocupan poco espacio, son ligeras y bastante polivalentes–, pero no son de secado instantáneo –a diferencia de los Crocs, por ejemplo– y si va a hacer frío es importante llevarse al menos un par de calcetines de dedos –toe socks o tabi socks–.

√ Respecto al futuro, creo que seguiré utilizando las huaraches como lo he hecho últimamente: como complemento de entrenamiento y disfrute durante los meses en los que hace buen tiempo. Eso sí, cuando tenga que renovarlas seguramente me decantaré por una sandalia con sistema de ajuste de cintas mecanizado, que no lleve footbed –para evitar que se despegue– y, aunque pese más, una suela más sólida, como la de las BedRock Sandals que lleva Ultraromance.

 

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