Islandia – Highlands & Askja

VIAJES I 758 km I 5.850 m+.

Islandia - Highlands & Askja

VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA

EN LA ISLA DE HIELO Y FUEGO, LA VERDADERA AVENTURA AGUARDA MÁS ALLÁ DE LA ESTRECHA FRANJA DE TIERRA SEMIDOMESTICADA DEL LITORAL. SI BUSCAS EMOCIONES FUERTES Y PAISAJES MÁS VÍRGENES, HAY QUE ADENTRARSE EN LAS TIERRAS ALTAS, LAS HIGHLANDS ISLANDESAS, DONDE LA NATURALEZA DICTA SUS LEYES TODOS LOS DÍAS.

Texto y fotos: Sergio Fernández Tolosa & Amelia Herrero Becker

Hace apenas 140 años, un volcán situado en el corazón de Islandia estalló con tal virulencia que hubo pedazos de roca que aterrizaron en Europa continental. Del cataclismo surgió un inmenso cráter que alberga un lago de aguas blanquecinas todavía humeantes. Poco después y a escasos metros, una cámara de magma inmensa se derrumbó formando un lago de aguas azul zafiro de nada menos que 11 km2 y 220 metros de profundidad. El lugar se conoce con el sonoro nombre de Askja, y podría haber sido el escenario más tenebroso de El Señor de los Anillos.

Pese al magnetismo que desprende este remoto paraíso, llegar hasta él no es precisamente fácil. Cientos de kilómetros sin opción a refugio, pedaleando por pistas de grava volcánica, cruzando caudalosos ríos, luchando contra vientos helados, cargando comida para varias jornadas... El reto era realmente tentador, pero ¿seríamos capaces?

PESE AL INSUFRIBLE VIENTO, AVANZAMOS MOTIVADÍSIMOS ENTRE COLADAS DE LAVA Y FANTASMALES PAISAJES, RODANDO SOBRE UNA PISTA DE CENIZA VOLCÁNICA MÁS O MENOS COMPACTA, AL PASMOSO RITMO DE 8 KM/H. A ESTA VELOCIDAD, EL PAISAJE CAMBIA MUY LENTAMENTE.

RECORRIDO
758 km

Alternativa "highlander" a la típica "vuelta a la isla". Evita la Ring Road en lo posible, accediendo a la zona del Askja a través de la F910 y a Myvatn por la F88, para regresar al sur por la Sprengisandur desde Akureyri.

DESNIVEL
5.850 m+

En general predomina el llaneo salpicado de toboganes contundentes. El Öxi Pass (en la costa este) es la máxima expresión en ascensiones. El acceso a las Highlands desde Akureyri por la F821 también se hizo de rogar.

DIFICULTAD
3/5

Lluvia, viento, frío, vadeos de ríos... El nivel de dureza dependerá absolutamente de las condiciones meteorológicas reinantes. En la F910 y la F88 hay algunos tramos arenosos que obligan a bajarse y empujar.

ATRACTIVOS
☆ ☆ ☆

Pedalear por un desierto volcánico durante días, cruzando ríos de agua helada, para acabar nadando en las aguas de un cráter de la caldera del Askja y culminar el viaje atravesando la isla por la mítica Sprengisandur.

CRÓNICA DE LA TRAVESÍA

Tras recorrer el sur de Islandia combinando pistas y caminos con la F210 y algunos tramos por la Ring Road, hemos llegado a la pequeña población de Höfn, en el sureste del país.

Hasta aquí el viaje ha sido un devenir impredecible de sorprendentes paisajes y constantes cambios de tiempo, que por estas latitudes muda de humor con más facilidad que una estrella de Hollywood. Atrás han quedado los polícromos escenarios de Landmannalaugar, las infinitas lenguas del glaciar Vatnajökull, las tormentas de arena de los sandures de la F210 y los icebergs flotantes de Jökulsárlón, tan sólo una muestra de las bellezas naturales de este país.

En Höfn hace un día horrible. Llueve desde el alba y el viento sopla invariable del noreste, precisamente el punto cardinal al que nos dirigimos. Junto a Raúl y Bárbara, dos cicloturistas valencianos con los que hemos coincidido en el camping, decidimos pasar el día viendo la lluvia caer sumergidos en las cálidas aguas –a casi 40ºC– de la piscina del pueblo. En días como este, uno comprende la pasión de los islandeses por las aguas termales. Si así es el verano, no queremos saber cómo es el invierno.

Al día siguiente, sin huellas dactilares en las yemas de los dedos, recogemos el campamento y reemprendemos el viaje por la Ring Road en dirección a Djúpivogur. Por suerte, brilla el sol y pedaleamos a orillas del océano, entre murallas de roca semidescompuesta, recortando profundos fiordos que nos obligan a dar largos rodeos por inmensas bahías en las que descansan miles de elegantes cisnes.

A falta de alternativas, avanzamos por la estrecha lengua de asfalto de la única carretera que comunica esta región del país. El viento nos favorece en algunos tramos, así que llegamos al pueblo pesquero de Djúpivogur a media tarde. En el camping hay varios ciclistas. Dos de ellos, para nuestra sorpresa, están recogiendo los bártulos a las seis de la tarde. Una hora después, arrancan hacia Höfn. Islandia es así. En verano anochece casi a medianoche, y todos andamos con nuestras teorías sobre el viento, la lluvia y cuál es la mejor hora para pedalear.

A la mañana siguiente, el viento del noroeste nos abofetea la cara mientras enfilamos el profundo fiordo de Berufjördur. Hoy toca enfrentarse al Öxi, el primer puerto del viaje.

Por extraño que parezca, es la primera ascensión larga en casi 700 km de travesía. Ilusionados con la novedad, paramos a hacernos unas fotos frente al cartel que anuncia rampas del 17 %. Aquí conocemos a Imanol, un solitario cicloturista guipuzcoano que va hacia Egilsstadir, como nosotros, tomando este montañoso atajo que nos permite dejar atrás el asfalto y nos conduce directamente hacia las oscuras nubes que ocultan el valle.

La pista sube sin contemplaciones. Incluso el plato pequeño le parece demasiado grande a nuestros cuádriceps, y el firme pedregoso nos obliga a esforzarnos para no perder tracción.

Envueltos por las nubes, pronto sentimos la fría caricia de la incipiente lluvia. No existe ningún árbol, ni techo, ni pared. Nada donde guarecerse del chaparrón que se desencadena poco después calándonos hasta el tuétano. Tras el despiadado inicio, el resto de la ascensión resulta menos exigente, al alternar rampas duras con algunos descansos y pendientes más llevaderas. En la parte alta, ya rondando la cumbre, entramos en una zona de falsos llanos donde nos cuesta mantener el frío a raya.

Antes de empezar a bajar, decidimos abrigarnos, pero vestirse con ropa seca bajo el chaparrón resulta un tanto inútil. Agotados por el frío y los temblores, en cuanto cesa la lluvia paramos a comer unos orejones y, para estimular el riego sanguíneo de manos y pies, empezamos a bailar flamenco y hacer el canguro sobre la calzada.

A Egilsstadir llegamos con un hambre atroz y asaltamos el primer supermercado que vemos. Al tercer café, seguimos más abrigados que Sir Edmund Hillary en la cima del Everest. Entonces vemos pasar a Imanol, en manga corta y comiéndose un helado. “He llegado empapado y congelado, pero la ducha del camping me ha devuelto a la vida”, nos alecciona.

Tras la reparadora ducha, el cielo nos regala un hermoso atardecer y descansamos plácidamente en nuestros sacos de plumas.

A la mañana siguiente, amanece soleado. Imanol se despide con una sonrisa y Amelia plantea un par de preguntas que encubren una propuesta tan intrépida como apetecible:

- “¿A cuántos kilómetros está el Askja de nuestra ruta prevista?”.

- “A un par de días, más o menos”, respondo como si no supiese muy bien de lo que hablo.

En realidad, he estudiado la ruta en repetidas ocasiones, pero el Askja es un destino con un aura de leyenda que he mantenido en celoso secreto. Su relativa lejanía, la naturaleza de las pistas que llevan hasta allí –sólo aptas para vehículos 4x4–, el caudal de los ríos, la ausencia de puentes, los vientos inmisericordes y los cuatro o cinco días que hacen falta para entrar, besar el santo y volver a salir de las Highlands, lo han convertido en uno de esos lugares a los que sueñas con ir, pero no te atreves a hacerlo público.

- “¿Por qué lo preguntas?”.

- “Porque Imanol va hacia allí. ¿Crees que nosotros podríamos ir?”.

Tres horas después ya hemos recogido el campamento y comprado vituallas para cinco días de autosuficiencia. Hemos calculado unas dos jornadas para llegar, otra para explorar la zona –a pie o en bicicleta, ya se verá–, y dos más para regresar a la civilización. El viento, el firme y la cantidad de ríos a cruzar determinarán el ritmo de avance, pero ya estamos en marcha, pedaleando bajo un sol radiante hacia el mismísimo corazón de las Highlands islandesas. “Imanol, ¡allá vamos!”.

Primero rodamos por la Ring Road hasta el desvío de la pista 924, para después tomar la 923 en dirección a las minúsculas colonias de Eiríksstadir y Bru. Tras 100 km de pedaleo contra el viento, pisamos, por fin, la legendaria F910, la pista que recorre la “parte trasera” más remota e inaccesible de Islandia.

Con la noche llega una bienvenida calma, así que acampamos, tan panchos, en mitad de la nada.

Al día siguiente, el sol vuelve a brillar y reemprendemos la marcha muy animados, aunque el camino empeora muy pronto. En este tramo, la F910 atraviesa una zona de accidentado relieve llena de durísimos toboganes y un par de ríos que ya teníamos controlados en el mapa del GPS.

Todo ello hace que los primeros 25 km de la jornada se nos atraganten más de lo esperado, aunque al llegar al cruce con la F905, donde un cartel señala 61 km hasta el Askja, recuperamos las esperanzas de llegar hoy mismo hasta el refugio Dreki, situado a 8 km del volcán. Pese al insufrible viento, avanzamos motivadísimos entre coladas de lava y fantasmales paisajes, rodando sobre una pista de ceniza volcánica más o menos compacta, al pasmoso ritmo de 8 km/h. A esta velocidad, el paisaje cambia muy lentamente.

Después de un sector de interminables rectas, entramos en una zona plagada de enormes monolitos volcánicos en la que la pista dibuja rápidas curvas y divertidos mini-toboganes. Al salir del laberinto, vislumbramos el Herdubreid, la “Reina de las Montañas” según los islandeses.

Llevamos horas de paciente pedaleo, buscando constantemente la mejor trazada para evitar quedar clavados en la fina arena, cuando llegamos al cruce con la F902, que va hacia las cuevas de hielo de Kverkfjöll. El letrero indica 28 km hasta el Askja. “¿Todavía? ¡No puede ser!”, grita Amelia. Tenemos la sensación de haber hecho muchos más kilómetros desde el anterior cruce, pero el GPS no miente.

De vez en cuando, nos adelanta un 4x4 que desaparece segundos después entre una nube de polvo. De quien no vemos rastro alguno es de Imanol. Si hubiese pasado por aquí deberíamos ver las roderas de su bici en la arena. “Quizá todavía no haya pasado, pero es raro... Quizá haya cambiado de idea...”. Finalmente llegamos al cruce con la F88, y desfilamos, medio moribundos, en subida y con el viento en contra, por una pista que se abre paso entre un caótico campo de bombas piroclásticas.

Sobre el horizonte brilla el sol, que ilumina el inmenso pero lejano glaciar de Vatnajökull. De repente, bajo un fantasmagórico cañón, divisamos las cabañas Dreki. “¡¡¡Hemos llegado!!!”. Una hora más tarde, Imanol acampa justo al lado de nuestra tienda. “Vengo todo el día siguiendo vuestra huella. Me imaginaba que seríais vosotros. ¿Picásteis, eh?”.

Al día siguiente caminamos entre fumarolas y cráteres humeantes por una senda que desemboca en lo alto de un collado desde el que avistamos, al fin, el inmenso lago Öskjuvatn, rodeado de montañas de riolita, charcos de azufre y campos de lava.

Abajo nos espera el cráter del Viti, con sus lechosas aguas, en las que hay que bañarse tal y como se llega al mundo, en una especie de ceremonia iniciática, antes de regresar hacia la civilización.

La vuelta será infinitamente más fácil gracias a los vientos, que siguen soplando del sur, y a la ayuda de una amable alemana que nos cruza el caudaloso río Lindaá en el tejado de su camión de bomberos, que ha transformado en autocaravana.

En una sola pero maratoniana etapa de 140 km logramos plantarnos a orillas del lago Myvatn, donde volvemos a encontrarnos, por última vez, con Imanol, que parte al día siguiente con la idea de recuperar fuerzas en Akureyri, la segunda ciudad más grande de Islandia. Nosotros queremos explorar los alrederores de Myvatn e irnos unos días de trekking por la garganta de Jökulsárgljúfur, en el sector norte del Parque Nacional de Vatnajökull.

Tras conseguir el permiso del dueño del camping para dejar nuestras Surly Ogre y las alforjas en lugar seguro durante un par de días, partimos en autobús rumbo a Dettifoss, la catarata con mayor caudal de Europa: 100 metros de ancho y 44 de alto, y nada más y nada menos que medio millón de litros de agua por segundo. Aquí empieza el espectacular trekking de 38 km que nos llevará hasta Ásbyrgi pasando por el enigmático Vesturdalur.

Durante dos días caminamos embobados por una estrecha senda vetada a las bicis que se adentra en la inmensa garganta del río Jökulsá, entre atronadoras cataratas e intimidantes murallas de basalto que asemejan espectrales trolls petrificados.

De vuelta en Myvatn, el tiempo sigue igual de caprichoso y tras visitar los campos geotérmicos de Krafla decidimos desplazarnos hasta Akureyri en busca de diversión urbana, pues desde aquí también se puede acceder a la Sprengisandur, la mítica ruta que atraviesa el centro del país.

En Akureyri pasamos tres días aguardando en vano una ventana de buen tiempo. Durante la tensa espera descubrimos todos los buffet libre de sopas, tostadas y ensaladas de la ciudad. Por mucho que comamos, no engordamos ni un gramo. El frío y la vida al aire libre se cobran todas las calorías.

Pese a los nada favorables partes meteorológicos, finalmente decidimos partir rumbo al sur, en busca de la F26, también conocida como Sprengisandur, con comida para siete días y la esperanza de que el tiempo mejore próximamente.

Pedaleamos primero por la F821, que se adentra en un ancho valle de suaves laderas coronadas por rutilantes neveros. El viento sopla de cara y ganamos altura poco a poco, hasta que el asfalto queda definitivamente atrás y el camino se convierte en un atolladero repleto de piedras, arroyos desbordados y ríos de grava. Tras varias horas de dura ascensión bajo la lluvia, coronamos un altiplano a mil metros de altitud en el que el paisaje cambia por completo.

Hemos entrado en las Highlands otra vez. Bienvenidos a la Luna.

La lluvia cesa mientras avanzamos entre campos de lava negruzca y plateados mares de ceniza volcánica, rumbo a Laugafell, donde hay una poza de aguas termales y un refugio en el que también permiten acampar. Llegamos eufóricos, aunque físicamente destrozados, con muchas ganas de darnos un chapuzón, restablecer la temperatura corporal y recuperar fuerzas para el día siguiente.

Iniciamos la segunda etapa con los ánimos por las nubes, aunque la guarda del refugio nos sugiere que nos abriguemos bien, como si ella supiese algo que nosotros no hemos tenido en cuenta. También nos recomienda ir hasta la F26 por la F881, que resulta ciclable al 100% y nos ahorra un par de vadeos que hay en la F72.

Muy a nuestro pesar, antes de alcanzar la F26, el cielo claro del amanecer se enturbia con nubes negras que traen violentas trombas que nos empapan en pocos minutos.

Pasamos varias horas luchando contra el viento y la hipotermia, tiritando sobre la bici, avanzando a menos de 10 km/h en terreno llano, dando bandazos, apaleados por el vendaval. Al final ya ni nos descalzamos para cruzar los constantes ríos que se han formado en el sandur. Total, los pies ya están chorreando. Sólo queremos llegar lo antes posible a Nyidalur, el siguiente y último refugio en lo que queda de Sprengisandur.

Los 60 km de etapa se eternizan. No hay nada peor que la combinación de agua, viento y frío. Ni la más terrible de las pájaras. Sólo logramos entrar en calor sentados frente a la rústica cocina de gasoil del refugio, tomando sopas de sobre sin cesar. “El verano ha terminado, y mañana será peor”, nos anuncia la guarda.

A la mañana siguiente, las montañas amanecen cubiertas de nieve. El lugar luce precioso, pero antes de desayunar ya empezamos a preguntarnos si es buena idea salir a pedalear con estas condiciones. “No os lo recomiendo. Viene una borrasca del sur que va a ser aún peor”, insiste la guarda.

La sensación térmica fuera del refugio es de varios grados bajo cero, sopla un indomable viento del sur y el cielo permanece cubierto de amenazadoras nubes. “Quedan 130 km de Sprengisandur y no hay más refugios a partir de aquí. Hacedme caso, es peligroso”, reitera. Quizá lleve razón y lo más sensato sea esperar.

Cuando ya hemos decidido quedarnos –durante el verano, por aquí pasa un autobús 4x4 dos veces por semana–, ocurre el milagro: el líder de un grupo de nueve todoterrenos de matrícula alemana nos pregunta si nos gustaría viajar con ellos. Oportunidades así sólo llegan una vez y hay que aprovecharlas.

¡Qué distinto es todo desde el interior de un 4x4, con la calefacción a tope y la música a todo volumen! En sólo unas horas cubrimos todo el trayecto, incluso vamos más allá, pues el grupo de alemanes decide adoptarnos y llevarnos prácticamente hasta Reykjavík.

Para nosotros, el viaje acaba aquí. La Sprengisandur nos venció, pero volvemos a casa emocionados por lo vivido, con las retinas llenas de paisajes tan extraños como inolvidables, algo cansados del frío, la lluvia, la humedad, el viento... pero con la certeza de que dentro de unas semanas, ya recuperados, soñaremos con volver a perdernos por el interior de la Islandia más indómita.

AVANZAMOS PASO A PASO. METRO A METRO. RÍO A RÍO. NO HAY OTRA SALIDA: SEGUIR MIENTRAS SEA POSIBLE. PARA NUESTROS ADENTROS, SÓLO DESEAMOS QUE LA SITUACIÓN NO EMPEORE AÚN MÁS. ESO SÍ SERÍA UN PROBLEMA.

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2 Responses

  1. Leo
    | Responder

    Hola!

    ¿En qué fechas realizasteis esta ruta?
    Me interesa por el tema del clima, que aunque el clima es muy variable para hacerme una idea.
    Lo que relatas del temporal me ha encendido las alarmas.

    Gracias por contarlo!

    Saludos.

    • conunparderuedas
      | Responder

      hola Leo,
      gracias por tu comentario y por tu interés, Islandia es un auténtico paraíso para las aventuras cicloturistas, especialmente si te internas en las Highlands, lejos del tráfico de la Ring Road
      respondiendo a tu pregunta, esta travesía la hicimos durante el verano de 2013, y la tormenta se desató a finales de agosto, pero ello no significa que no pueda ocurrir a principios del mismo mes o en julio. de hecho, algunos islandeses nos dijeron que antes –hace unos 25 años– lo normal era que hubiese más tormentas veraniegas de este tipo en las Highlands, con lluvia, mucha nieve, etc.
      lo más importante para disfrutar de una travesía por este desierto volcánico es ir bien preparado, con abrigo, ropa impermeable, buena tienda, etc., además de comida para los días que vayas a pasar allí dentro
      por otra parte, los servicios meteorológicos de Islandia son muy precisos y útiles
      si tienes cualquier duda, ya sabes, aquí estamos
      muy pronto colgaremos las crónicas de las rutas que hicimos en el verano de 2015
      de momento, te podemos facilitar el enlace a los tracks de los Fiordos del Oeste (https://www.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=14146309) y de la Península de Snaefellsness (https://www.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=14146276), ambas rutas las hicimos mientras esperábamos que abriesen el tramo de la F910 que va de Askja a Nyidalur (aquí tienes un pequeño vídeo de la travesía: https://www.youtube.com/watch?v=gQIr4_PYpUA), el track de la cual está en https://www.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=14146262
      como verás, al final aquel verano, por acumulación de nieve, no llegaron a abrir el tramo Askja – Nyidalur, así que optamos por la F26 como recorrido alternativo
      mucha suerte y que disfrutes del viaje!!!

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