Gravel Penedès

BIKEPACKING I 300 km I 4.600 m+

Gravel Penedès 2023

RACIMOS DE CAMINOS

EL PENEDÈS ES MUNDIALMENTE CONOCIDO POR SUS VINOS, FRUTO DE UN CLIMA Y UNA OROGRAFÍA MUY ESPECIALES, ADEMÁS DEL EMPEÑO DE MUCHAS GENERACIONES LABORANDO LA TIERRA. LA EDICIÓN INAUGURAL DE LA GRAVEL PENEDÈS HA SIDO LA EXCUSA PERFECTA PARA DESCORCHAR Y APURAR HASTA LA ÚLTIMA GOTA LA VERSIÓN MAGNUM DE ESTA FIESTA DEL CICLOTURISMO GRAVEL QUE PONE SOBRE LA MESA CIRCUITOS Y DISTANCIAS PARA TODOS LOS PALADARES.

Texto y fotos: Sergio Fernández Tolosa

Levantarse un sábado a las 5 AM requiere al menos media docena de buenos alicientes. El primero y más importante es que hoy, 20 de mayo de 2023, mi amigo David Casalprim y yo, además de otros 48 inscritos, tenemos la oportunidad de pasar el día pedaleando. O lo que es lo mismo: salir en bici sin hora de llegada.

El segundo es que la organización de la Gravel Penedès ha pensado en todo y ha dispuesto varias máquinas de café del rico junto al arco de salida. El tercero, los croissants de dulce chocolate que hay al lado de las máquinas de café. Y el cuarto… el cuarto… "3, 2, 1...". ¡Ya es la salida! ¡no hay tiempo para más!

EL RESTO DE LA TARDE LO PASAMOS DANDO LAZADAS ENTRE VIÑAS Y PUEBLECILLOS, ESQUIVANDO MILAGROSAMENTE LOS CHAPARRONES QUE CAEN AQUÍ Y ALLÁ.

RECORRIDO

300 km

Itinerario circular, con principio y final en Vilafranca del Penedès, que recorre con celo todos los parajes atractivos de la comarca, además de visitar diversos espacios naturales protegidos.

DESNIVEL

4.600 m+

Aunque no es exagerado, el constante sube y baja se convierte en un auténtico rompepiernas en el que resulta muy recomendable contar con desarrollos cómodos.

DIFICULTAD

3/5

El trazado de la versión ‘bikepacking’ combina caminos y pistas de tierra con algunos sectores de senderos bien escogidos, además de breves enlaces por asfalto.

ATRACTIVOS

☆ ☆ ☆

El ondulado mosaico de viñedos, el karst del Garraf, los castillos, los pequeños pueblos, el cuidadísimo recorrido, la organización que piensa en todos los detalles…

ENTRE VIÑAS Y CASTILLOS

En medio de la húmeda oscuridad, avanzamos con la típica excitación de los primerísimos kilómetros de una larga, larguísima travesía que nos ha de llevar por todos, o casi todos, los rincones de la comarca.

El track nos guía a ciegas hacia el sur. Primero rumbo al castillo de Penyafort y después hacia el pantano de Foix, que nos recibe envuelto en una fina neblina. Rodeamos la muralla de la antigua fortaleza de Castellet, que se alza sobre una colina desde el siglo X, y bajamos hasta el nivel actual del río, apresado en 1936 para utilizar su agua en cultivos de regadío.

Tras rodar por la idílica carretera que circunvala el embalse, de repente nos enfrentamos a la primera subida exigente de la jornada. A riñonazo limpio, el bosque va quedando atrás mientras nos encaramamos a la pelada coronilla del Puig de l’Àliga. Una vez en lo alto, disfrutamos de un amplio panorama y de la inconfundible y elegante silueta de Montserrat.

Ya de bajada, pasamos junto al imponente conjunto monumental del castillo de Olèrdola, cuyos vestigios han permitido a los expertos leer la historia del Penedès desde la Edad del Bronce hasta la Alta Edad Media.

La ruta continúa en dirección al macizo del Garraf, pero antes hace escala en el pequeño núcleo de Viladellops, donde aún se conserva buena parte de su torre medieval.

VAMOS A PEDALEAR 300 KM POR UNA COMARCA DE SÓLO 597 KM2. SI EL ALT PENEDÈS FORMARA UN CÍRCULO PERFECTO, SU RADIO SERÍA DE APENAS 14 KM.

EL ATAJO MÁS LARGO

Lo bueno de madrugar es que las mañanas cunden. Con el sol todavía bajo, entramos en los límites del Parque Natural del Garraf. Su abrupta orografía, fruto de millones de años de erosión, es un regalo para los sentidos y un acelerante de la imaginación: bajo las dolinas y los campos de lapiaz salpicados de palmitos de la superficie, se abre un mundo subterráneo minado de túneles, cuevas y simas.

Con cada repecho –La Descàrrega, el Trencamartells, el Coll de la Llebreta, el Turó dels Boixos, la Collada de Vallgrassa…–, la cuenta de los metros positivos se engrosa al son de nuestros resoplidos. Para cuando llegamos a Olesa de Bonesvalls, es hora de darle a las piernas un merecido respiro.

Tras saborear un delicioso plato de calamares rellenos con patatas fritas caseras, empieza el sector de orientación libre hasta el pueblo de Ordal. David lo tiene muy claro: “pista hasta El Lledoner y después N-340. La alternativa es más dura y, sobre todo, pedregosa”. Al llegar al asfalto, tomamos el viejo trazado de la nacional. Cerrado al tráfico y sin salida, el antiguo paso se ha convertido en un enclave abandonado, casi apocalíptico.

El resto de la tarde lo pasamos entre viñas, dando lazadas desde las sierras del Ordal hasta los llanos que rodean Vilafranca del Penedès. Nubarrones plomizos descargan su valiosa munición aquí y allá, pero el caprichoso trazado de la ruta logra que esquivemos cada chaparrón.

UN NUEVO AMANECER

Superado el primer tercio del recorrido, David empieza a acusar ciertas molestias a causa de la falta de entrenamiento. El trazado se lo pone en bandeja, pues en el punto kilométrico 124 estamos a apenas 3 km del arco de llegada, del parking de autocaravanas y de la pizza-party que la organización ha preparado para los que participan en los circuitos del domingo.

Son las 19,30 h. En un anodino cruce de caminos entre la autopista y la vía del tren, tras un día entero pedaleando juntos por hermosos y silenciosos paisajes, nos despedimos. “El año que viene hacemos la corta”.

Yo sigo enlazando caminos y senderos, bajando rieras para volver a subirlas, y al entrar en Sant Sadurní d’Anoia, ¡sorpresa!: mi amigo Sergi Urpí, con quien dos semanas antes había hecho la Grand Gravel Sobrarbe, me espera en una esquina con Glòria y Marc. “En el tracking hemos visto que ibas solo y hemos venido a animarte. ¿Vamos a comer una pizza?”. Dicho y hecho.

Después de la pizza, la cerveza y la animada tertulia, la noche cerrada, el cansancio y la oferta de un sofá cama me ayudan a aplazar el pedaleo hasta el nuevo amanecer.

MILAGROSA CASUALIDAD

El domingo, milagrosamente, las piernas todavía funcionan. Al salir de Sant Sadurní, la crecida del Anoia obliga a caminar sobre una hilera de resbaladizos mojones. Una tímida pareja de ánades comunes nada entre los juncos. Unos metros más allá, una grácil y huidiza grulla común alza el vuelo para posarse en el siguiente meandro.

Los primeros kilómetros son los más duros, con repechos despiadados y bajadas que celebro no haber encarado de noche. Poco a poco llego a Espiells, Sant Joan Samora y Sant Llorenç d’Hortons, donde el horno ya ha abierto y puedo comprar un nutritivo pan de espelta con pipas de calabaza.

Al cabo de un par de horas, Sergi vuelve a aparecer en escena, en esta ocasión con Jordi y sus bicis de gravel. Mis escuderos de lujo me acompañarán durante toda la mañana y, como buenos locales, me indicarán el mejor mesón para almorzar.

VUELTA A LA CASILLA DE SALIDA

La jornada transcurre entre vides y bodegas, rodando bajo un cielo medio encapotado, apechando mansas lloviznas y cruzando pueblecitos adormilados. De vez en cuando, nuestro track coincide con el de otras distancias y también con uno de los nutridos avituallamientos. El ambiente es contagiosamente entusiasta.

La primera cuesta larga nos aúpa por pistas y caminos hasta la ermita de la Mare de Déu de Fàtima de Font-rubí y el Coll de la Barraca. Desde el mirador de la cumbre, Sergi me señala por dónde pedaleé ayer y por dónde tengo que pasar antes de volver a Vilafranca.

Mis dos anfitriones tienen compromisos familiares, así que se desvían a la altura de Pontons poco antes de mediodía. A partir de ahí, casualmente, el terreno se endurece. La Serra Llarga y sus pistas hacen gala de la naturaleza pedregosa de estas tierras. El mapa del GPS lo confirma al coronar el Puig Pedregós, cerca de Can Barceló, donde hay una cruz de hierro clavada en la cúspide de una pila de pedruscos.

EL ÚLTIMO BUCLE

Cuando ya se intuye el final, la ruta vuelve a alejarse de la capital para dibujar un último bucle. Es como si el mar hubiese inundado el valle y el camino perfilara, sin opción de atajar, todo el perímetro de un profundo fiordo, y luego otro, y otro más.

Y entonces, de la nada, surge esa nota sostenida, ese impasse que brota cuando tomas conciencia de que te estás alejando de donde querías llegar, y que perdura hasta que comprendes que, efectivamente, como en la vida, el único fin con sentido es avanzar, sin importar la velocidad, pero sin tomar ni uno solo de los atajos.

De espaldas al arco de llegada, el track se cuela ahora por una sombría y recóndita riera, a los pies de la inexpugnable colina que domina el castillo de Sant Martí Sarroca. Es otro de esos lugares con encanto que valen una visita, a ser posible con menos prisas.

Sí, por muy pequeño que parezca, el Alt Penedès merece al menos un tercer día para saborearlo como el buqué de un buen vino: en todas sus dimensiones.

COMO EN LA VIDA MISMA, EL ÚNICO FIN CON SENTIDO ES AVANZAR, SIN IMPORTAR LA VELOCIDAD, PERO SIN TOMAR NI UNO SOLO DE LOS ATAJOS.

2 Responses

  1. Roger
    | Responder

    Muchas gracias por tan buen relato de esta marcha. Planeo hacerla este proximo año y me ha venido genial.

    Por cierto, cual es el modelo de la luz frontal que llevas en la Surly?

    Muchas gracias

    • conunparderuedas
      | Responder

      muchas gracias por tu comentario, Roger
      pues el foco que tengo instalado en la Straggler es el Son Edelux II, que se alimenta con el buje Son 28, que van realmente bien
      para más detalles, quizá te sea útil la review que hicimos después de varios años de uso: https://conunparderuedas.com/buje_dinamo_son_28_review_test_material/
      un saludo!!!

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