Puerto del Serrablo y Las Bellostas

BACKROADS I 49 km I 1.030 m+

Puerto del Serrablo y Las Bellostas

CICLISMO PRIMIGENIO

CERCA DE LA CUMBRE DEL SERRABLO, CUANDO UNO CREE ESTAR RONDANDO EL FIN DEL MUNDO, EL CAMINO DE LAS BELLOSTAS SE ENCARGA DE LLEVARNOS INCLUSO MÁS ALLÁ. LA ESTRECHA LENGUA DE ASFALTO, SINUOSA Y SUGERENTE, SE DESLIZA A TRAVÉS DE UN ANACRÓNICO PARAÍSO, PRÁCTICAMENTE DESHABITADO, QUE REZUMA AROMAS PIRENAICOS E INVITA A VIAJAR EN EL TIEMPO, UNA Y OTRA VEZ.

Texto y fotos: Sergio Fernández Tolosa & Amelia Herrero Becker

Todos tenemos nuestra ruta favorita. La que, por muchas veces que la hagas, nunca te cansa. La del Serrablo y Las Bellostas es la nuestra. Es ese itinerario amigo con el que sabes que siempre puedes contar. Esa escapada rápida –o lenta, según apetezca– que te hace soñar. La que te ayuda a evadirte y, a la vez, a reencontrarte. Es el festín de endorfinas, naturaleza e introspección que te recuerda por qué vas en bicicleta. La salida obligada cuando te visita un amigo ciclista. La excursión que te demuestra lo divertido y vivificante que todavía puede ser practicar ciclismo de carretera.

A ORILLAS DEL ARA

A pesar de que es una ruta circular y podríamos dar la primera pedalada en cualquier punto del circuito, nuestra crónica comienza en la panadería de Boltaña, un excelente punto de encuentro si no somos muy madrugadores –abren a las 9 h– al que tampoco conviene llegar mucho más allá de las 10 h, porque corres el riesgo de quedarte sin catar su célebre torta de agua.

En estos lares, el tema del avituallamiento no es baladí. Hasta Arcusa (km 31), no vamos a encontrar ningún otro establecimiento en el que recuperar fuerzas, por lo que a falta de torta, siempre podemos llenarnos los bolsillos del maillot de crujientes rosegones o, si somos más de salados, reclutar unas ricas empanadillas de atún para comerlas por el camino.

Sin embargo, para hincarle el diente a cualquiera de estos manjares, es preferible superar antes lo más duro del Puerto del Serrablo (1.291 m), que nos va a reclamar oxígeno en los muslos nada más cruzar el puente del Ara.

LA SOLITARIA CARRETERA DE LA GUARGUERA NOS ABRE LA PUERTA A UN VASTO TERRITORIO AGRESTE QUE SE EXTIENDE AL NORTE DE LA SIERRA DE GUARA.

RECORRIDO

49 km

Itinerario circular con inicio y final en Boltaña, para ascender el Puerto del Serrablo y acceder por camino asfaltado a El Pueyo de Morcat, Las Bellostas y Paúles de Sarsa, regresando por la carretera de Arcusa.

DESNIVEL

1.030 m+

La mayor parte de la ascensión se acumula entre Boltaña y el desvío a Las Bellostas. El resto del recorrido tiende a bajar y el entretenido trazado transmite una agradable sensación de 'flow'.

DIFICULTAD

3/5

La larga ascensión al Serrablo es el escollo principal de la ruta. Conviene tomarla con calma y reservar energía para los breves pero contundentes repechos que sazonan la segunda parte del itinerario.

ATRACTIVOS

☆ ☆ ☆

Pedalear por solitarias carreteras mientras oteamos el Pirineo del Sobrarbe en todo su esplendor, disfrutar del sinuoso camino asfaltado de Las Bellostas, pasar por pequeños pueblos, saborear la torta de agua de Boltaña…

SERRABLO ARRIBA

Calma, serenidad y piernas son todo lo que exige el Serrablo, un puerto noble y soleado muy popular entre los ciclistas locales, que lo disfrutamos todo el año y que durante un tiempo fue el acceso más directo entre el Sobrarbe y los valles meridionales del Alto Gállego. La carretera, de corte antiguo, serpentea cuesta arriba durante 13 km para superar un desnivel de 700 metros, con una pendiente media del 5% y apenas un par de breves rampas al 10%.

Según las hemerotecas, La Vuelta lo ha subido varias veces. Una de ellas, dentro de la accidentada etapa Les-Sabiñánigo de 1983. Sobre su dificultad, en algunos perfiles aparece como de primera categoría y en otros como de segunda. A nosotros no nos parece tan duro, especialmente si lo afrontamos al principio de la salida. En todo caso, el Serrablo puede resultar agradablemente largo.

TRANQUILO Y SOLITARIO

Es el típico puerto de gradientes moderados y sostenidos que cada cual sube a su ritmo. Unos, admirando el paisaje. Otros, echando fuego. Como en su día hacían los 600 y los Pegaso que paraban a refrigerar radiadores en el abrevadero del PK 46. Sobre el caño, grabada en la piedra, todavía se medio lee una vieja inscripción: "AGUA PARA MOTORES. NO POTABLE", con el "NO" en un cuerpo más pequeño, como si lo hubiesen añadido a posteriori.

Hoy reina el silencio. Solo se oye el gorgoteo del agua del barranco, un corzo ladrando en la espesura, el cling de la cadena saltando a un piñón más pequeño…

Un poco más arriba, el mirador de la cascada de Sallán d'as Canals invita a tomarse otro respiro, echar la vista atrás y ver la Peña Montañesa asomando por la entrada del valle, que queda ahora muy abajo. Y así, entre pinos, encinas y cajigos, llegamos al desvío del pequeño y coqueto pueblo de Campodarbe, donde podemos rellenar los bidones con agua de la fuente que hay al final de la única calle.

NUEVOS HORIZONTES

A partir de Campodarbe, el paisaje pasa página. El valle escarpado, húmedo y cerrado ha quedado atrás. Ahora la carretera se estira suavemente por un escenario abierto de amplias vaguadas coronadas por tozales desgastados. En el horizonte aparece el macizo del Turbón, y el Cotiella asoma la nariz sobre la Sierra Ferrera. Más cerca, el campanario de la iglesia de Morcat apunta al cielo, retando al tiempo, tambaleante.

Durante unos minutos, la pendiente se amansa. Llegamos al Mesón de Fuebla con buena inercia y pedaleo redondo. Falta muy poco para la cumbre, pero el paisaje que asoma por detrás de la antigua fonda obliga a parar. Sobre la curva, un banco de madera invita a disfrutar en primera fila de un recital de cumbres pirenaicas: el Monte Perdido, el Casco y el Cilindro de Marboré, las Tres Marías, el Taillón, el Dedo, la Brecha de Rolando, la Falsa Brecha… Es el lugar perfecto para recargar energías.

CICLOTURISMO DE OTRA ERA

Con las fuerzas renovadas, muy pronto alcanzamos el desvío de Las Bellostas, pero los cazadores de puertos no dudarán en acercarse hasta la cumbre, apenas 2 km de gustosa sarna más allá. Tras tomar la foto de cima –nada vistosa, todo hay que decirlo–, sólo hay que regresar por la suave pendiente hasta el cruce.

Aquí dejamos la A-1604, conocida popularmente como carretera de La Guarguera, y tomamos el camino rural, que nos da la bienvenida con un repecho contundente y unos cuantos agujeros en el asfalto. Son el preludio de un dinámico y delirante sube y baja que tiende a perder altura a través de un paisaje sorprendentemente virgen. Al sur, a contraluz, se advierte la mole de la Sierra de Guara. Al norte, a nuestras espaldas, las cumbres nevadas del Pirineo.

Entre inercias, aceleraciones, inesperados boquetes y curvas trepidantes, la bici se convierte en la vagoneta de una montaña rusa que se abre paso entre roquedales, bosques de boj, minúsculos pastos ganados al monte años ha, los restos aún visibles del arcaico camino que iba entre muros de piedra y algún que otro rebaño de ovejas cuyas cagarrutas barnizan el firme.

De repente, llegamos a El Pueyo de Morcat. Unas pocas casas arregladas, otras en ruinas, tejados de piedra, chimeneas con forma de sombrero de bruja, gallinas cacareando, una granja, un caño de agua instalado recientemente junto a la iglesia…

ÚLTIMOS REPECHOS

La ruta prosigue con su estimulante perfil, que nos recuerda lo divertido que puede ser ir en bicicleta de carretera por este tipo de trazados. Así llegamos a Las Bellostas, donde la tira de asfalto se ensancha ligeramente y el firme mejora de forma notable.

Antes de la larga bajada –6 km, nada menos– que nos llevará hasta el molino de Pedro Buil y el puente de Paúles, hay que salvar un muro de esos que aparecen a traición para recordarte que la bicicleta también es sufrimiento. En lo alto, una señal de "20 en todo el camino" invita a ser cautos.

UN BANCO DE MADERA INVITA A DISFRUTAR EN PRIMERA FILA DE UN RECITAL DE CUMBRES PIRENAICAS. ES EL LUGAR PERFECTO PARA RECARGAR ENERGÍAS.

A ORILLAS DEL VERO

A caballo de un Vero recién nacido, la carretera nos conduce hasta el desvío de Sarsa de Surta, pequeño pueblo que queda medio escondido pero que también merece una visita.

De nuevo en la pista principal, frente a unas casas invadidas por la vegetación y el abandono, aparece el antiguo puente de piedra, tan estrecho que no admitía ni el paso de carruajes.

La ruta continúa fluyendo junto al río hasta Paúles de Sarsa y un nuevo repecho nos eleva el pulso hasta la sencilla pero melindrosa ermita de San Isidro y San Hipólito, para después seguir bajando entre campos de almendros y dólmenes desperdigados, hasta el cruce del Mesón de Arcusa, hoy en ruinas.

EL VALLE DEL ENA

Con el Pirineo otra vez en el horizonte, entramos en el último tercio de la excursión. Un plácido falso llano nos conduce rápidamente hasta Arcusa, donde empieza el largo y veloz descenso por el valle del Ena. Por el rabillo del ojo izquierdo quizá acertemos a ver las casas de Castellazo y Urriales. Por el derecho, los riscos que protegen Santa María de Buil, que en su día tuvo castillo.

Al cruzar el río Ena por última vez, un esfuerzo final nos aúpa hasta Latorrecilla y Guaso, para acabar con un agradable y serpenteante descenso hasta Boltaña. De nuevo sobre las bravas aguas del Ara, el círculo de esta escapada redonda se cierra.

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