Desierto de los Monegros

BIKEPACKING I 190 km I 2.500 m+

Desierto de los Monegros

WESTERN MADE IN SPAIN

VIAJAMOS HASTA EL CORAZÓN DE ARAGÓN PARA EXPLORAR LA CARA MÁS MONTAÑOSA DE LOS MONEGROS. LA SOLITARIA SIERRA DE ALCUBIERRE Y LOS PINTORESCOS PARAJES DE JUBIERRE, CON SUS TOZALES, CÁRCAVAS Y BARRANCOS, NOS OBSEQUIARON CON UNA TRAVESÍA DE 190 KM POR PISTAS, CAMINOS Y SENDAS QUE PERMITEN DESCUBRIR ESTE SINGULAR TERRITORIO MÁS ALLÁ DE LOS TÓPICOS.

Texto y fotos: Sergio Fernández Tolosa & Amelia Herrero Becker

En el imaginario popular español, Monegros es sinónimo de desierto, de páramo monótono y territorios desolados. Una inmensa mayoría lo identifica con el extraño paisaje que fluye a través de la ventanilla del coche cuando se viaja entre Fraga y Zaragoza, un infierno épico cuando pocos coches tenían aire acondicionado y la aventura automovilística tenía lugar en pleno verano. El origen etimológico del topónimo es bien distinto: Mons niger, es decir, ‘monte negro’, seguramente debido a las sabinas que crecían en la región en otros tiempos.

Hoy, para los conductores agotados, Los Monegros es sólo el nombre de un área de servicio de la autopista. Para otros, Monegros suena a macrofestival de música tecno. También hay quien querría construir allí un complejo de casinos y parques temáticos, una especie de Las Vegas a la aragonesa. Y para los ciclistas, desde hace unos años, hablar de Los Monegros es hablar de una multitudinaria maratón de trazado eminentemente rodador que cada año reúne a miles de ciclistas. Para nosotros, en cambio, Los Monegros han sido otra historia bien distinta.

ENTRE LOS GIGANTESCOS MOLINOS QUE ZUMBAN A RITMO DE CIERZO, AVANZAMOS QUIJOTESCOS, REMATADAMENTE LOCOS DE EMOCIÓN.

RECORRIDO

190 km

Comienza en Tardienta y acaba en Sariñena. Explora la comarca de Los Monegros en su conjunto, recorriendo las sierras de Alcubierre, Farlé y Santa Quiteria, además de los emblemáticos barrancos de Jubierre.

DESNIVEL

2.500 m+

Se encadenan tres sierras consecutivas por la divisoria de aguas, pero el desnivel acumulado es asequible teniendo en cuenta la distancia. La verdadera dureza se concentra en tramos muy determinados.

DIFICULTAD

3/5

Transcurre por caminos, pistas y sendas de distinta calidad. Para llegar a algunos tozales y miradores hay que "abrir huella", rodando unos metros campo a través, pero sin grandes complicaciones técnicas.

ATRACTIVOS

☆ ☆ ☆

La cinematográfica orografía desértica, los cañones ciclables, las sendas ocultas, los rigores del clima, las frágiles esculturas fruto de la erosión, las leyendas de bandidos, la esperanza de la lluvia por venir...

CRÓNICA DE LAS ETAPAS

TRAVESÍA MONTAÑOSA

Nuestra aventura por Los Monegros arranca en la estación de Renfe de Tardienta, una pequeña localidad situada en las faldas del extremo más septentrional de la sierra de Alcubierre. Aquí confluyen los canales de Monegros, Cinca y Flumen, herencia viva del plan hidrológico que durante el siglo XX convirtió buena parte de esta comarca en tierras de regadío para cultivos de secano, creando así un interminable mosaico de campos de cereales. A esta hora de la tarde, el sol ya dora las calles y la panadería del pueblo ha cerrado. Sin embargo, en pueblos así, picando a la puerta de al lado del horno, la buena voluntad del panadero –o de algún miembro de su familia– puede obrar el milagro. Toc, toc, toc... ¡Eureka! Tenemos pan para los próximos dos días.

De momento, nuestra intención de ruta es un itinerario todavía ficticio trazado sobre mapas digitales del Instituto Geográfico Nacional de escala 1:25.000 que hemos cargado en nuestros TwoNav Sportiva. El primer punto de avituallamiento posible sin desviarnos del itinerario previsto es Castejón de Monegros, a 102 km de donde nos encontramos ahora. Aunque en caso de ser necesario podremos improvisar atajos para bajar a diversos pueblos desviándonos sólo unos kilómetros gracias a la información que aportan estos mapas, la idea es ser autónomos hasta alcanzar el extremo más oriental de la sierra.

Nada más salir de Tardienta pasamos bajo el acueducto de Los Monegros, donde tomamos el Camino del Azud. Frente a nosotros, a contraluz, se alza el extremo noroccidental de la sierra de Alcubierre. Empezamos a subir con el viento de cara. Nos desviamos por una pista secundaria, bastante más rota que la principal, que nos eleva hacia la ermita de Santa Águeda. Donde pensábamos encontrar sólo ruinas, topamos con un edificio moderno y rectilíneo.

El sol anda cada vez más bajo y las siluetas de los molinos de un inmenso campo eólico cubren el horizonte. Tras varias subidas, alcanzamos la cuerda de la sierra. Desde lo alto, asomándonos sobre el margen del camino, adivinamos los primeros barrancos, con sus viseras de roca colgantes en precario equilibrio sobre toneladas de tierra mortecina. La acción del agua descubre la historia geológica de estos parajes: cimientos blandos que soportan pesadas franjas rocosas, hasta que el tiempo dicta sentencia y todo se derrumba. Entre los gigantescos molinos que zumban a ritmo de cierzo, avanzamos quijotescos, rematadamente locos de emoción.

CIELOS DESPEJADOS

La primera noche la pasamos a sólo 14 km de Tardienta, al amparo de Santa Elena, junto a la ermita que le dedicaron en un alto que se eleva 614 metros sobre el nivel del mar. El modesto pero cuidado templo data de los años ochenta y fue erigido en el mismo lugar donde se alzaba el antiguo. De hecho, los viejos cimientos parecen aflorar a sólo un par de metros del nuevo edificio.

Desde el despejado mirador disfrutamos de una amplia panorámica del Pirineo, que se despliega al otro lado de la gran llanura de Huesca. Los muros de los Mallos de Riglos destacan anaranjados al reflejar la luz del ocaso; más allá, se alzan las nieves pirenaicas.

MOLINOS Y BARRANCOS

A la mañana siguiente, tras un desayuno por todo lo alto, una pista ancha y rápida nos hace perder altura hacia poniente. Pronto tomamos el viejo camino de Zaragoza a Senes de Alcubierre, que sube poco más de 1 km y vuelve a descender hacia el barranco de Los Carasoles, donde nos desviamos casi 180 grados para volver a subir.

Tras pasar junto a una pequeña balsa medio vacía de la que apenas asoman unos juncos resecos, un poste de madera nos indica el desvío hacia el barranco de Escorihuela. Sólo dista unos centenares de metros, pero desde la pista no es visible. El rodeo merece la pena, sobre todo cuando el camino se convierte en senda para llevarnos hasta las descarnadas paredes del cañón. Tomamos unas fotos y minutos después regresamos a la pista principal, que repta entre colinas desgastadas y campos de cultivo, bajo la altiva mirada de los incansables molinos.

Más allá de la Balsa de la Sierra, desde donde parte una pista que desciende hasta Robres (a unos 5 km), dejamos por fin las hélices atrás y enfilamos un camino menos trillado que nos devuelve la visión de la sierra al natural. Pedaleamos sin pensar en la hora o la distancia que llevamos o que queda. Sólo disfrutamos del momento.

VIEJAS TRINCHERAS

Nos encontramos a poca distancia de Puy Ladrón. Avanzamos entre pinos, matorrales y alguna sabina, completamente ajenos a lo que ocurre en el resto del planeta. El viento parece llevarse consigo cualquier pensamiento. Todo fluye. Enlazamos un tramo muy llevadero y llano por un camino con una fuerte bajada que acaba en una pista más ancha. Ésta empieza a remontar y nos envía directamente a un viejo campo de batalla.

Trincheras, pozos de tirador, alambradas, sacos terreros, observatorios, abrigos con literas, depósitos de agua, ramales de comunicación, vías de aprovisionamiento... La sierra de Alcubierre, por su situación estratégica entre Zaragoza y Huesca, fue escenario de sangrientos enfrentamientos durante la Guerra Civil Española. Se cumplen 75 años de la contienda y las trincheras siguen ahí, restauradas para la memoria, con plafones explicativos que muestran cómo vivían, morían y mataban los soldados que allí fueron destinados. Por muchos detalles que nos expliquen, continuamos sin entender nada.

Al coronar el puerto de Alcubierre por la vieja y estrecha carretera, descubrimos que la nueva se ha llevado una porción de montaña con ella. Al Monumento a los Caídos no subimos. Preferimos seguir adelante, camino del bosque que se alza al otro lado de la moderna calzada. Con tal de no circular por ella, probamos a ir por su viejo trazado. Prácticamente cubierto por los arbustos, pero todavía ciclable, es una especie de viaje apocalíptico, una lección de algo más de 1 km sobre el ritmo al que avanza la naturaleza cuando la mano del hombre deja de estrangularla.

El sol entra y sale de escena cada pocos minutos, pues las nubes vuelan raudas por el cielo. Nosotros tampoco vamos lentos. Enlazamos caminos y pistas sin dudar en ningún cruce. El track dibujado en casa concuerda perfectamente con la realidad de la sierra y antes de la hora del almuerzo ya hemos pasado por las Colladas de Navarro y Las Granzas. También por un par de balsas en las que flotaban los cadáveres de varias aves y un gigantesco jabalí. Una última y larga cuesta nos catapulta hasta lo más alto de San Caprasio, de 834 metros y techo de la sierra de Alcubierre, donde se alza otra ermita bien curiosa y un panorama aún más dramático, surcado por angostos barrancos que dejan a la vista un sinfín de estratos de yesos, margas y bancos calizos.

VIDA DE PASTOR

Asomados a la vertiente más soleada y desértica de la sierra, nos disponemos a comer como pastores: un taco de queso y pan duro.

Bajo la ermita, rodeada de antenas de todos los colores, en la pared de poniente se adivinan las entradas a varias cuevas talladas por eremitas, esporádicamente habitadas aún hoy por ermitaños modernos. También cuentan que aquí se escondía un bandolero apodado El Cucaracha, una especie de Robin Hood maño que sembró el pánico en la comarca pese a que, según parece, robaba a los ricos para repartir el botín entre los pobres.

El resto de la travesía transcurre por una zona densamente arbolada, aunque agreste y pedregosa. Avanzamos a buen ritmo por una pista de reciente creación que sigue casi a pies juntillas la divisoria de aguas hasta el descenso final que nos lleva a lomos de la sierra de Monegrillo, sobre el espectacular Barranco de Bujal, a estas horas ya invadido por las sombras.

El cierzo nos empuja más allá del Collado de la Escalera hasta la estrecha carretera de Castejón de Monegros. Desde aquí, el pueblo queda a sólo 5 km, pero nosotros seguimos por la ruta prevista, encaramándonos a la sierra de Farlé, con rumbo a la sierra de Santa Quiteria.

Llevamos casi 75 km de etapa y algo más de 1.100 metros de ascensión acumulada. El sol empieza a esconderse a nuestras espaldas. Va siendo hora de buscar un lugar donde pernoctar. Al llegar a un paraje llamado Cruz de Pina, justo antes de una rampa de las que echan para atrás, encontramos el lugar idóneo.

DESPERTADOR VERTICAL

Puede que la tarde anterior las piernas estuviesen cansadas y el temible costalón pareciese insuperable, pero de buena mañana las piernas están, además de cansadas, frías. Resoplando como percherones, ganamos metro a metro las duras rampas, que se suceden en serie como una ristra de latigazos. Las bajadas son igual de intensas, por su verticalidad y por la naturaleza del firme, pedregoso y escalonado, que brilla tan blanco como las dentaduras de Hollywood. Una cuesta, dos cuestas, tres cuestas... Mejor dejamos de contarlas.

Por la misma cuerda de la sierra de Santa Quiteria alcanzamos la ermita del mismo nombre. En la puerta se leen las plegarias con las que los habitantes de La Almolda –el pueblo que hay 300 metros más abajo– le ruegan lluvias a la santa. Nos asomamos al patio para divisar el pueblo, que se extiende justo por debajo de un barranco estremecedor. Nuestra ruta se dirige hacia la vertiente opuesta, bajando por un sendero que resulta memorable.

El sinuoso singletrack cruza un bosque enlazando palpitantes toboganes de distinta longitud, lomos de camello, cortados... Aunque algunos requieren técnica, todos ellos son ciclables, incluso para nosotros, que vamos con las alforjas bien cargadas. Tras casi 2 km de senda, aparecemos en una pista ancha que nos lleva a Castejón de Monegros. El viento sopla en contra, pero avanzamos prestos, animados por la idea de comer algún alimento fresco. Sin embargo, pese a nuestro austero régimen de pan con embutido y queso, además de algunas barritas de muesli, al oír la lista de bocatas del bar-restaurante La Chipranera nos decantamos por el de chorizo frito. Lo nuestro es enfermizo. Eso sí, con Coca-Cola. Y mirando la tele. Y escuchando a los vecinos del pueblo cómo hacen la quiniela.

CAMINOS ESTRECHOS

Saciado el estómago, nos dirigimos a la fuente a por agua –junto a la escuela, muy rica y fría– y a comprar víveres para el resto de la travesía. En todas partes nos preguntan adónde vamos y de dónde venimos. El panadero, muy amable, nos recomienda que pasemos por Jubierre. Le confirmamos que allí vamos y nos desea feliz viaje. En la tienda, una clienta nos advierte de que por aquellos andurriales “los caminos son estrechos, están llenos de piedras y no son buenos para ir en bicicleta”.

Un rato después avanzamos a toda velocidad entre plantaciones de piedras. Bajo un cielo salpicado de decorativas nubes pasamos junto a la Balsa de Castejón y un laberinto de pistas nos lleva hasta la Paridera del Cachucho y El Rincón, ya al filo de la llanura monegrina.

Una señal de madera indica el camino a Peñaltar y la Ruta de los Miradores. Nuestro track coincide con estas propuestas, así que seguimos el camino cuesta arriba, hacia la sierra de Presiñena, pero no volvemos a ver ninguna señal indicadora más.

A la altura de un campo recién labrado, el mapa del GPS nos indica el desvío a Peñaltar. El acceso ha desaparecido bajo el arado, pero 200 metros más allá reencontramos la senda, que empieza a bajar entre pinos. A medida que perdemos altura tenemos la sensación de estar abriendo huella, de que por aquí hace meses, quizá años, que no pasa ni el Tato. El camino se estrecha, se desintegra, se convierte en una trinchera natural abierta por un reguero profundo y constante. No todos los arbustos se apartan. Algunos nos los llevamos por delante. Otros se vengan y nos flagelan las piernas con sus púas irritantes. Una duda razonable nos asalta: “¿Por qué seguimos bajando? ¡Éste es un camino de ida y vuelta!”. Pero queremos saber qué hay más allá. Queremos ver esta peña llamada Peñaltar. Llegar hasta su extremo más inaccesible, y desde allí otear el paisaje de Jubierre.

La vuelta es más fácil de lo que habíamos temido. El camino desintegrado resulta más ciclable de lo que uno podía imaginar. Sólo tenemos que echar pie a tierra un par de veces para recuperar el aliento antes de seguir luchando entre nubes de moscas orejeras –les gusta meterse por todas partes– y matorrales en pie de guerra.

De nuevo en el cruce de la Ruta de los Miradores, volvemos a desviarnos y enseguida llegamos a la bifurcación del Mirador de Peñaltar y los Miradores Orientales, aunque tampoco encontraremos más señales. Sendos caminos mueren en campos de labranza que hay que bordear para poder asomarse a los espléndidos barrancos. En un pequeño claro, entre arbustos y pendientes surcadas por cárcavas, decidimos plantar nuestro campamento nocturno. Será la noche más plácida de toda la travesía. Parece que nada ni nadie se acerca a estos parajes, excepto los jabalíes y algún labrador en su tractor de cuando en cuando.

WELCOME TO JUBIERRE

Las que sí acuden en masa son las nubes. Es el colmo del fotógrafo: que el día que llega a un lugar especialmente fotogénico amanezca completamente nublado. ¿Y el del ciclista? Descubrir, nada más despertar, que tiene una rueda pinchada. “Es la venganza de los matorrales. ¡Y cómo escuecen los arañazos!”, bromeamos.

Dos colmos en un día es demasiado. Resignados, recogemos el campamento, reparamos el pinchazo y retomamos sin prisa el camino de vuelta a la llanura monegrina. Una vez en lo alto, el Camino de la Cantera nos lleva hasta el Camino del Molino, más ancho y uniforme, que empieza a bajar adentrándonos en un paisaje completamente distinto: la pista serpentea bajo verticales escarpes que descubren un milhojas de roca y barro, un malpaís polícromo y surrealista.

Ya es cerca de mediodía cuando el cielo decide abrir el telón y el sol empieza a crear los deseados contrastes en el paisaje, que se convierte de pronto en el escenario de un western en el que los protagonistas no montan a caballo, sino que van en bicicleta. Es un Monument Valley a pequeña escala, un Far West con sello 'Made in Spain'.

CINEMASCOPE EN 3D

Gratamente sorprendidos por la belleza, variedad de texturas y amplitud del lugar, bajamos por la pista hasta el Tozal del Colasico (señalizado y visible desde la pista, pero sin caminos de acceso), que se alza majestuoso en mitad de un rugoso tapiz de campos de cereal. Después nos dirigimos hacia Los Galachos, torciendo por una pista que surge a la altura de la Paridera de las Vacas y nos lleva hasta nuevas formaciones fruto de la erosión. Cuando la pista acaba, a mano derecha descubrimos la huella de unas motos que se adentran en el barranco de Los Galachos, conectando con la siguiente pista por una deliciosa y emocionante senda trialera de 2,5 km. Aquí giramos a la derecha, regresamos a la Balsa de las Vacas para poner rumbo hacia el Tozal de Los Pedregales, al que finalmente no nos acercamos, pues implica 3 km de trayecto aparentemente poco o nada ciclable.

Donde sí vamos es hasta los pies de Peñaltar a través de un camino fácil pero entretenido. Desde su base, hoy vemos las inmensas paredes sobre las cuales ayer hacíamos fotos de todo el valle y sentimos una especie de vértigo con efecto retroactivo. El regreso es aún mejor, pues el camino está lleno de regueros y entretenimientos varios, además de flanqueado por extrañas formaciones de arenisca multicolor.

Sólo nos queda un último bucle, el que rodea el emblemático y fotogénico Tozal de la Cobeta. El hambre aprieta y los paisajes oníricos de Jubierre enseguida quedan atrás. Rodamos camino de la civilización a orillas del río Flumen hasta la ribera de la laguna de Sariñena. Desde el interior de un puesto de observación de avifauna, vemos aves acuáticas y peces voladores.

En Sariñena nos esperan una más que necesaria ducha, una buena cena y una merecida cama. Pero la historia de nuestro viaje no acaba aquí. En muchos westerns un tren se aleja humeante tras un sonoro “¡pasajeros al tren!”, dejando el final abierto tras una silenciosa despedida en una polvorienta estación. Nosotros nos alejamos de Los Monegros bajo la lluvia. Sí, las nubes finalmente nos han atrapado y empapado en el trayecto de Sariñena a su estación. Santa Quiteria, por fin, ha escuchado.

EL CAMINO SE ESTRECHA, SE DESINTEGRA, SE CONVIERTE EN UNA TRINCHERA NATURAL ABIERTA POR UN REGUERO PROFUNDO Y CONSTANTE. NO TODOS LOS ARBUSTOS SE APARTAN. ALGUNOS NOS LOS LLEVAMOS POR DELANTE. OTROS SE VENGAN Y NOS FLAGELAN CON SUS PÚAS IRRITANTES.

GALERÍA DE IMÁGENES
MAPA & TRACK GPS

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GUÍA PRÁCTICA

RECORRIDO 190 km / 2.500 m+.

→ ITINERARIO LINEAL Tardienta - La Almolda - Castejón de Monegros - Sariñena.

→ DURACIÓN Ideal para una escapada de 2 o 3 días.

COTA MÁS ALTA 814 m (San Caprasio).

ÉPOCA IDEAL Ruta perfecta para primavera y otoño.

→ La sensación de aislamiento que se respira al pedalear por caminos poco trillados de la sierra de Alcubierre.

→ Los recónditos senderos que aparecen en el interior de algunos cañones, a los que llegamos siguiendo las huellas de motos de trial.

→ Las instalaciones bélicas (trincheras, abrigos, etc.) recuperadas para la memoria histórica en la zona del Frente de Aragón, en la sierra de Alcubierre.

→ Las puestas de sol desde lo alto de los miradores de la zona de Jubierre.

→ Las curiosas formaciones geológicas de arenisca erosionada –tozales, barrancos, cárcavas, etc.– de la parte final de la travesía.

TIPOS DE CAMINOS Predominan los caminos y pistas, con algún sector de sendero y brevísimos pasos trialeros.

CICLABILIDAD Después de lluvias intensas, es preferible no adentrarse en este terreno, pues el firme de caminos y pistas es arcilloso y al quedar embarrado suele resultar intransitable. En algunos barrancos el pegajoso barro puede permanecer más tiempo. En condiciones normales, la ruta es ciclable en un 99%.

ENCANTARÁ A... Bikepackers todo terreno que disfrutan peinando un territorio que, pese a su apariencia desértica, está plagado de sorpresas y rincones por explorar.

CONTRAINDICADA PARA... Incondicionales de las "autopistas", las medias altas de velocidad y los eventos extramegamultitudinarios.

→ Esta ruta fue realizada en marzo de 2012 y publicada en la revista Solo Bici en mayo del mismo año. En el tiempo transcurrido, algunos caminos pueden haber cambiado su trazado.

→ Eventualmente, en la zona de Jubierre, los arados pueden hacer desaparecer algunas trochas para llegar a determinados miradores señalizados.

COMIDA Nosotros compramos comida en Tardienta y Castejón de Monegros.

→ AGUA Conviene ir bien provistos de agua. La ruta no pasa por ningún pueblo ni fuente hasta el km 105 (Castejón de Monegros), aunque sí pasa cerca de algunas poblaciones antes (Alcubierre, por ejemplo).

PARADA Y FONDA Según el estado de forma de cada cual, la ruta se puede hacer en dos días, sobre todo si obviamos algún bucle de la parte final. De esta manera, Castejón de Monegros (km 105) sería el lugar idóneo para reavituallarse o descansar, pues hay diversos alojamientos.

→ La ruta comienza en Tardienta y termina en Sariñena.

ENLACE EN TREN Tardienta y Sariñena quedan unidas por la línea regional de Renfe. El trayecto dura 24 minutos. Cuando hicimos la ruta había 2 o 3 trenes diarios, en función de si era festivo o laborable. Por si acaso, comprobad horarios y que todavía acepten bicicletas.

 

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6 Responses

  1. José L. Escuer
    | Responder

    Una precisión con respecto a la vegetación primitiva de Monegros. Probablemente no eran encinas sino sabinas. Las mismas que hoy en día pueden contemplarse en la Retuerta de Pina (Pina de Ebro) o en la Sierra de Alcubierre.

    • conunparderuedas
      | Responder

      muchas gracias José L. Escuer, por leernos y sobre todo por tu comentario
      procedemos ahora mismo a corregir el texto
      un saludo!!!

  2. Victor
    | Responder

    Hola buenas tardes, gracias por compartir 🙂

    Pregunta: ¿qué tal lo ves para realizarlo con una bicicleta gravel?

    Gracias 🙂
    Un saludo,

    • conunparderuedas
      | Responder

      hola Víctor, disculpa pero tu mensaje incomprensiblemente se había guardado en la carpeta de spam, sentimos mucho no haberte respondido hasta ahora
      sobre tu pregunta, yo no veo esta ruta para gravel, la verdad, hay tramos bastante pedregosos en la sierra de alcubierre y también en el acceso a la zona de Sariñena, en la que usamos varios caminos y sendas un poco rotos
      tenemos pendiente un viaje por allí en bici gravel, a ver si este año nos podemos mover más y lo compartimos en esta sección
      muchas gracias y hasta pronto!
      sergio

  3. David Pacheco
    | Responder

    Una joya que no desmerece en nada a otras “extranjeras”. Igual de dura que de bonita…. y es muy bonita. Grandísima idea juntar la sierra con el desierto. Imperdible, sin duda.
    Saludos.

    DavidP.

    • conunparderuedas
      | Responder

      genial, David, muchas gracias, la verdad es que esa zona está llena de sorpresas agradables, un saludo!!!

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