Gravel Penedès 2024

GRAVEL / RUSTIC ROADS I De 6 km a 400 km

Gravel Penedès 2024

EL ABRAZO DE BACO

TINTO, BLANCO, ROSADO, ESPUMOSO... EN SU SEGUNDA EDICIÓN, GRAVEL PENEDÈS SIGUE CRECIENDO CON NUEVAS PROPUESTAS DIURNAS Y NOCTURNAS Y RECORRIDOS PARA TODOS LOS PALADARES, DEMOSTRANDO UNA MÁXIMA INDISCUTIBLE: HAY TANTAS MANERAS DE VIVIR EL CICLISMO COMO CICLISTAS (Y ELLO TAMBIÉN APLICA AL GRAVEL).

Texto & Fotos: Sergio Fernández Tolosa

Un año después de nuestra participación en el circuito de bikepacking de 300 km de Gravel Penedès, regresamos a Vilafranca del Penedès para disfrutar del pedaleo y el paladeo con los amigos de Espai Bici. La capital del vino, a sólo una hora de tren de Barcelona, nos acogió durante un fin de semana repleto de actividades y una kilométrica colección de rutas de todas las distancias pensadas para ciclistas de todos los niveles.

PEDALEANDO ENTRE VIÑAS Y BODEGAS, SIN PRISAS Y RODEADO DE AMIGOS, HE RECORDADO LO AGRADABLE Y GRATIFICANTE QUE RESULTA FOTOGRAFIAR CICLISTAS QUE SONRÍEN INCLUSO EN LAS SUBIDAS.

RECORRIDOS

De 6 a 400 km

Hay rutas para todos los públicos: gravel de 6, 15, 20, 44, 60, 100 y 150 km, rustic roads de 45, 70 y 100 km, nocturna de 23 y 40 km, bikepacking de 300 y 400 km con y sin asistencia… Todas con inicio y final en Vilafranca del Penedès.

DESNIVEL

De 40 a 6.900 m+

Los itinerarios populares son muy asequibles. Las rutas se endurecen a medida que aumenta el kilometraje. Los circuitos de 100 km o más son para ciclistas muy bien entrenados y acostumbrados a las ascensiones.

DIFICULTAD

1-3/5

La exigencia técnica también aumenta con el kilometraje. Las rutas largas de gravel y los itinerarios de bikepacking tienen algunos sectores más entretenidos, pero todos ellos aptos con bicicleta gravel.

ATRACTIVOS

☆ ☆ ☆

Pasar el fin de semana pedaleando entre viñas y visitando pequeños pueblos, catar vinos –con moderación– durante y después de la ruta–, disfrutar de un evento que cuida todos los detalles, fluir a gusto de cada cual...

FLUIR DE LA MAÑANA A LA NOCHE

Salir de la rutina establecida y amanecer lejos de casa es la mejor pócima para darse cuenta de que existen dos tipos de personas: los que toman el primer café de la mañana en absoluto e inquebrantable silencio y a los que el mero aroma del café les eleva a un nivel de elocuencia sobrenatural que puede detonar episodios de clarividencia de magnitudes sísmicas.

Es sábado. Son las 7 de la mañana. Estamos en Vilafranca del Penedès, observando a los participantes del recorrido Ancestral Bikepacking 300 km que están a punto de partir mientras nos demuestran que hay dos tipos de ciclistas: los que lo tienen todo estudiado y preparado desde hace días y los que se sirven el café en el último minuto y toman la salida con la boca llena, sujetando el bocadillo con una mano y tratando de poner el GPS en marcha con la otra.

La escena me hace pensar en Julio Cortázar y sus Historias de Cronopios y de Famas. Qué majos, los Cronopios. Entonces alguien me pregunta de nuevo si haremos la Rustic Roads de 70 km o la de 100 km y contesto que aún no lo sabemos porque acabo de descubrir que existen dos tipos de personas: las que fluyen día y noche, y las que planifican para que los que fluyen puedan seguir fluyendo. Y nosotros hoy estamos aquí para fluir.

NOCTURNIDAD Y ALEVOSÍA

Fluir con moderación tiene sus ventajas, pero si sobrepasas la barrera y lo dejas todo para última hora, ocurre que te quedas sin plaza para la Gravel Nit de la noche del viernes (tomamos nota para el año que viene).

A las 10 de la mañana llega nuestro turno y buena parte del Espai Bici Team –Càrol, Elena, Charlie y yo– arrancamos sin prisa, con pausas y mucha curiosidad por ver en qué consiste exactamente el Rustic Roads –según la organización, “casi gravel, casi carretera”–.

Rodar por caminos, pistas y carreterillas, y charlar sin perder de vista lo que ocurre a tu alrededor son dos actividades totalmente compatibles que, combinadas, hacen que el tiempo se contraiga, se desintegre y pase sin que uno sea consciente. Fluyendo, dejándonos llevar por los compañeros y por el track, pedaleamos durante horas entre pequeños pueblos, sin saber realmente hacia dónde vamos.

De repente, estamos callejeando por el casco viejo de Sant Quintí de Mediona. De repente, la silueta del macizo de Montserrat ocupa el horizonte. De repente, el camino se abre paso a través de una alfombra de margaritas. De repente, coronamos el mirador de Font Rubí Dalt –“se ve el mar; no es el mar; sí es el mar”–. De repente, frenamos en un paso cebra y los jubilados del pueblo nos explican la historia de la fuente que hay junto a la carretera. De repente, nos entran ganas de catar el vermú que nos espera en la llegada. De repente, nos damos cuenta de que nos hemos saltado el desvío del circuito de 70 km, así que al final hacemos el de 100 km. De repente, estamos en el Alt de la Talaia y parece que ya “todo es bajada”.

De tanto fluir, llegamos pasadas las 5 de la tarde (reconozcámoslo, lo que nos gusta es estar el máximo de tiempo sobre la bicicleta). El vermú con el que soñábamos ya es historia, pero no hay que preocuparse: “Aquí nadie se queda sin comer ni sin beber”. A los cinco minutos estamos devorando butifarras a la brasa y tortilla de patata. Una vez más, los últimos –en comer– son los primeros –en cenar–.

DOMINGO AL SOL

El tercer día de fiesta asoma plácido y sigiloso. Las piernas acusan el esfuerzo de la Rustic Roads del sábado, pero el aire limpio y fresco del amanecer flota entre los primeros rayos del sol, libre de cualquier signo de resaca. La pizza party de anoche –también hubo pasta, butifarras, cava y vinos–, ha obrado el milagro reconstituyente.

Desde primera hora van llegando los participantes del recorrido Gravel Negre, de 150 km y 2.000 m+. Diligentes y fibrosos, aguardan bajo el arco de salida perfectamente equipados, con un café recién hecho en una mano y un croissant de rebosante chocolate en la otra. A continuación salen los del Gravel Rosat, que afrontan un itinerario de 100 km y 900 m+. Luego, los del Gravel Blanc, de 60 km y 500 m+ o 44 km y 400 m+. Luego los del Gravel Most, de 6, 15 o 20 km. Efectivamente, hay recorridos para todos.

En pequeñas oleadas, los ciclistas dejan atrás el creciente bullicio de la zona de salida para zambullirse en su pequeño y particular gran viaje por el Penedès. Nosotros, como seguimos inmersos en la saludable corriente vital que consiste en dejar que todo fluya, aprovechamos que los recorridos del Gravel Blanc y Gravel Rosat coinciden durante los primeros 53 km para partir habiendo tomado sólo una decisión: “decidiremos sobre la marcha”.

BURBUJAS EN EL PALADAR

Enlazando caminos y algún tramo de senda de esos que descubren jardines secretos y pasos ocultos que sólo conocen los topos locales, llegamos al serpenteante y tranquilo curso del Foix, que surcamos en varias ocasiones. La ruta fluye hacia el sur por el sector oriental del Penedès. Pasa a los pies del castillo de Penyafort, junto a las ermitas Santa Margarida dels Monjos y Sant Esteve de Les Masuques –ambas de origen románico– y la impresionante fortaleza de Castellet, del siglo X. Al mismo tiempo, rodamos por una de las zonas más industrializadas de la comarca, la de las grandes vías de comunicación –tren rápido, tren lento, autopista, nacional…–, que se despliegan sobre el mismo corredor que en su día surcaba la Vía Augusta de los romanos.

El paisaje cambia por completo tras el burbujeante avituallamiento de Llorenç del Penedès –qué bien entró la copita de cava del Celler Cooperatiu–. La ruta se adentra ahora en un sector de orografía suave pero caprichosa. Los viñedos se alinean en pequeños campos, aquí de este a oeste, aquí de norte a sur, y conforman un puzzle de texturas onduladas.

SONREÍR EN SUBIDA

El sol, ya alto, inunda cada rincón. La brisa nos escolta, silenciosa como el tiempo, en un track que ahora sube, ahora baja, ahora gira, ahora gira otra vez… En un determinado momento, veo una foto y me descuelgo del grupo –"nos vemos en el siguiente avituallamiento"–. Mientras espero que pasen los participantes que han tomado la salida más tarde, recuerdo lo agradable y gratificante que resulta fotografiar ciclistas que sonríen incluso en las subidas.

Poco más allá del bucólico núcleo de La Torre de Vernet, aparece el segundo avituallamiento. Estamos en el Celler Colet, la bodega de una familia que trabaja la viña desde 1783 y que actualmente elabora vinos espumosos ecológicos. Es hora de almorzar y estamos muy cerquita de la línea de meta si finalmente optamos por la Gravel Rosat, así que aparcamos las bicis para seguir disfrutando, sin prisa alguna, de la sombra, de las viandas, de la compañía, de la hospitalidad de los Colet, de los brindis, de los dulces encuentros que depara el destino y, sobre todo, del reconfortante abrazo de Baco.

Gracias, Gravel Penedès, por hacernos recordar que el ciclismo también puede contener trazas de alegre y apetitoso hedonismo. Nos vemos el año que viene.

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