Tour del Mont Blanc

TREKKING I 180 km I 11.500 m+

Tour del Mont Blanc

PANORAMAS ALPINOS

RODEADA DE CAÓTICOS GLACIARES, LA QUE FUERA CÚSPIDE DE LA VIEJA EUROPA LUCE BELLA Y DISTANTE POR TODAS SUS CARAS. EL MACIZO DEL MONT BLANC NOS REGALA UNA SEMANA DE INOLVIDABLES PANORAMAS MIENTRAS LO RODEAMOS, EMBELESADOS, DISFRUTANDO DE UNO DE LOS TREKKINGS MÁS HERMOSOS DEL PLANETA.

Texto y fotos: Sergio Fernández Tolosa & Amelia Herrero Becker

Mil kilómetros a pedales han quedado atrás desde que partimos de Portbou, pero no son las piernas lo que más duele, sino las cervicales, que apuntan la vista hacia las alturas desde que hemos puesto los pies en Courmayeur. Estamos en la cabecera del Valle d'Aosta, a los pies del Monte Bianco (4.810 m), el Mont Blanc, el techo de los Alpes, que se erige sobre la ciudad como un descomunal decorado.

Ha llegado la hora de encontrar un aparcamiento para nuestras bicicletas, cambiar alforjas por mochilas y calzado SPD por botas de trekking. La "transición", lejos de las prisas propias de un duatlón, debemos afrontarla con calma. Necesitamos unos boxes. ¿Un camping, quizá? Mejor aún: a la padrona de la Pensione Venezia no le parece un problema que dejemos las bicis en el balcón de la habitación número 6 durante los días que estemos fuera, caminando por el Tour del Mont Blanc.

FRENTE A NUESTRAS EXCITADAS PUPILAS, LAS LENGUAS DE GLACIAR SE SUCEDEN UNA TRAS OTRA, SEPARADAS ENTRE SÍ POR ALTIVAS CATEDRALES DE ROCA.

RECORRIDO
180 km

Itinerario circular alrededor del macizo del Mont Blanc. Se suele empezar y acabar en Chamonix (Francia) o Courmayeur (Italia). La ruta también transcurre durante un par de jornadas por Suiza.

DESNIVEL
11.500 m+

La vuelta completa suma más ascensión acumulada que la variante que improvisamos nosotros, que decidimos desviarnos y pasar por Chamonix para descansar un día y reavituallarnos.

DIFICULTAD
3/5

Técnicamente muy asequible. Utiliza caminos y sendas bien pisados. Sólo la variante de la Fenêtre d'Arpette es un poco más abrupta. Requiere buen estado de forma, por las ascensiones acumuladas.

ATRACTIVOS
☆ ☆ ☆

Lenguas de glaciar, bosques, valles, bucólicas sendas... Es una ruta eminentemente panorámica, pensada para acceder a los mejores y más espectaculares miradores naturales del macizo del Mont Blanc.

CRÓNICA DE LAS ETAPAS

PAISAJES IRREALES

Tras día y medio de estricta dieta a base de deliciosa pizza al taglio, abandonamos Courmayeur rebosantes de energía. Con la tienda, los sacos, el hornillo y comida suficiente para llegar al siguiente pueblo en las mochilas, avanzamos de una señal del TMB a otra, por un camino que se pierde bosque arriba, rumbo a las alturas del Monte delle Saxe.

Un par de horas después, algo más allá del Refugio Bertone, la trillada senda surca un interminable prado que discurre sobre el valle. Frente a nuestras excitadas pupilas, las lenguas de glaciar se suceden una tras otra, separadas entre sí por altivas catedrales de roca: el Monte Bianco, las Grandes Jorasses, el Dente del Gigante… El Val Ferret es, sin duda, un comienzo de viaje impresionante.

REFUGIOS ALPINOS

Hacia el mediodía pasamos de largo el Refugio Walter Bonatti, donde hordas de turistas sin mochila beben vino y picotean de rústicas bandejas llenas de embutidos y quesos. Seguimos adelante, sin prisa, disfrutando de un paisaje al que resulta imposible acostumbrarse.

A la altura del Refugio Elena, el sol ya está bajo. Un cartel de prohibido acampar nos obliga a dormir entre los ronquidos de un centenar de estresados mochileros recién duchados que marcan territorio con su colada todavía húmeda. Formamos una absoluta minoría, pero nos consuela comprobar que no somos los únicos que cargamos con hornillo y comida, que debemos cocinar fuera del refugio. Normas de seguridad, dicen.

FRONTERA HELVÉTICA

Al amanecer, descubrimos un par de tiendas desafiando al frío viento –y a las normas– en la parte trasera del inmenso refugio. Al otro lado, el fotogénico Glacier de Pré de Bar refleja los primeros rayos del sol.

La etapa arranca en subida, por un caminito perfectamente pisado con vistas de calendario que nos conduce hacia el Grand Col Ferret, situado 500 metros más arriba. El viento helado endurece mejillas y manos, pero nos cuesta dejar atrás el Val Ferret y sus hermosas postales.

Ya en Suiza, el camino se hunde entre pastizales. Mientras tanto, el tintineo de los cencerros asciende por el valle y la inconfundible punta piramidal del Cervino asoma entre una muralla de cumbres anónimas.

En la pequeña población de La Fouly reponemos la despensa y abordamos uno de los sectores menos alpinos de la travesía. El TMB nos conduce ahora por el interior de un interminable bosque hasta la turística localidad de Champex, donde encontramos un camping a última hora del día. Llevamos horas soñando con la prometedora etapa de mañana.

VENTANAS ABIERTAS

El parte meteorológico para el tercer día augura bonanza, así que optamos por la variante de la Fenêtre d'Arpette, que resulta ser una de las etapas más alpinas y espectaculares de la travesía. Es también la única en la que el camino pierde su condición de "sendero perfectamente pisado", tanto en la subida, en la que hay que sortear algunos bloques de roca, como en la bajada, que es la más inclinada y rota de todo el circuito.

Desde el camping, nos desviamos del itinerario normal del TMB para adentrarnos en el panorámico Val d'Arpette, de ambiente tranquilo y salvaje. Flanqueado por agujas de roca de más de tres mil metros, se dirige hacia el oeste, donde se adivina un estrecho paso en forma de uve. La Fenêtre d'Arpette, sin embargo, queda oculta tras las paredes que encajonan el valle casi hasta el último momento, en el que la descubrimos, como un ventanuco dispuesto en lo alto de un muro.

PASOS SOLITARIOS

El empinado zigzag final es la parte más dura, pero una vez coronado el paso, de 2.665 metros –el más alto del trekking junto al Col des Fours–, todo esfuerzo cobra sentido.

En el collado se forma un pequeño atasco de senderistas. Resoplan, medio fatigados, medio hechizados, ante la belleza del Glacier du Trient, que se desploma sobre el siguiente valle.

El vertiginoso descenso nos conduce primero hasta el Chalet du Glacier, para después bajar con paso tranquilo hasta Le Peuty. Abajo hay una pequeña zona de acampada –de pago, por supuesto– ideal para celebrar cumpleaños.

RUMBO A LA CIVILIZACIÓN

El generoso anticiclón aún perdura, y las vistas del Mont Blanc desde el fronterizo Col de Balme resultan absolutamente absorbentes. Descalzos, tumbados sobre la hierba, escrutamos el irrepetible panorama mientras apuramos nuestras últimas vituallas. "Habrá que bajar a por comida a algún pueblo". "Sí, pero disfrutemos un rato de este espectáculo…".

De las cumbres, que hoy parecen cubiertas de merengue, descienden serpenteantes glaciares. Sobre sus lenguas, estriadas agujas de roca vertebran las crestas dorsales de inmensos saurios fósiles. ¿Es un sueño? Quizá. Entonces una avioneta rompe el silencio que reina sobre nuestras distraídas cabezas y se pierde lentamente en la enorme distancia, desapareciendo, por fin, ante la inmensidad del macizo.

Emprendemos el descenso hacia Argentière desviándonos de la ruta normal del TMB con tal de reavituallarnos en Chamonix. Con este cambio, nos perderemos la escénica etapa que pasa por La Flégère y Bellachat, pero los pies reclaman un descanso. Además, Chamonix ofrece camping y un sinfín de entretenimientos, desde escribir postales hasta devorar jugosas hamburguesas XXL.

VUELTA AL RUEDO

Tras un día de descanso en Chamonix, dejamos la urbe y sus tentadores vicios y tomamos el bus urbano hasta Les Houches. Va repleto de excitados senderistas que comienzan hoy su TMB. Para nuestra sorpresa, ninguno de ellos va en busca de las señales que indican el camino. "¿¡Acaban de empezar y ya se van en el telecabina!?".

Muy pronto comprendemos el porqué: la ascensión al Col de Voza, en dirección a Bellevue, es el sector más desagradecido y anodino del TMB. Desde bien abajo, topamos con las interminables rampas de una horripilante pista de esquí. Nos sentimos ridículos, caminando de un cañón de nieve artificial a otro, entre redes de protección y pinos acolchados de color naranja. Y una vez en lo alto, seguimos andando junto a las vías de un tren turístico.

Por fortuna, al otro lado de la montaña, el Glacier de Bionnassay nos regala mejores vistas –en realidad, impresionantes–, aunque está claro que hemos perdido la inocencia del primer día. Desde que partimos de Courmayeur, el TMB nos ha reeducado los sentidos. Nos ha transformado en unos sibaritas de los paisajes.

Tras una etapa con un inicio y un final algo descafeinados, dormimos en un gran camping de las afueras de Les Contamines. En el pueblo aprovechamos para reavituallarnos, pues no pasaremos por ningún otro hasta llegar a Courmayeur.

DE NUEVO EN LO MÁS ALTO

A la mañana siguiente, la ascensión al Col du Bonhomme devuelve al TMB a sus estándares de belleza natural. La huella del hombre se limita de nuevo al sendero, en el que pisamos nieve por primera vez en todo el circuito. Incluso en subida nos sentimos ligeros y adelantamos a nutridos grupos de senderistas que perdemos de vista en cuanto nos desviamos hacia la variante del solitario Col des Fours, de 2.665 metros, un estupendo mirador del Glacier des Glaciers.

El largo descenso en zigzag nos sitúa en la pequeña Ville des Glaciers, donde una inminente tormenta nos parece excusa suficiente para plantar la tienda en un cruce de caminos, junto a un obelisco de piedra y unos WC públicos.

Muy pronto los truenos retumban a lo largo del valle y las nubes disparan docenas de espeluznantes rayos. Es el segundo apocalipsis del viaje.

VISIÓN TÚNEL

Al día siguiente, nubes altas y bajas, grises y blancas, gruesas y finas, frías y húmedas, recrean una volátil coreografía que oculta por completo el preciado paisaje. Sólo una vez en Courmayeur, ya por la tarde, vuelve a brillar el sol.

Como si nada hubiera pasado, seca los tejados, las calles, los jardines y también nuestras bicicletas, que aguardan serenas en el balcón donde las dejamos una semana antes. La lluvia nos ha arruinado la etapa, pero nos sentimos afortunados. "Hemos tenido mucha suerte, con tantos días de sol…".

Es hora de reposar un poco, hacer la colada, preparar las bicis y estudiar los mapas antes de encarar el resto de la travesía. "Quedan unos 2.000 km hasta Viena". "¡Caramba!". "¿Otra pizza al taglio?". "Va benne".

DESDE QUE PARTIMOS DE COURMAYEUR, EL TOUR DEL MONT BLANC NOS HA REEDUCADO LOS SENTIDOS, NOS HA TRANSFORMADO EN UNOS SIBARITAS DEVORADORES DE PAISAJES.

GALERÍA DE IMÁGENES

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