Vuelta al Cabo de Creus

TREKKING I 66 km I 2.355 m+

Vuelta al Cabo de Creus

DELIRIOS DE ROCA

TRES DÍAS DE CIELOS DESPEJADOS POR DELANTE –LOS PRIMEROS DEL INVIERNO–, UNA MOCHILA, UN SACO DE DORMIR Y UN MAPA CON UNA LÍNEA INCIERTA DIBUJADA ALREDEDOR DE UN LITORAL ENTRECORTADO SON TODO LO QUE NECESITAMOS PARA HACER REALIDAD UN SUEÑO EN EL QUE NOS PERDEMOS, NOS INCRUSTAMOS, NOS MIMETIZAMOS, EN EL ONÍRICO PAISAJE POR EL QUE UN DÍA VAGARON LAS INSONDABLES MENTES DE SALVADOR DALÍ, LUIS BUÑUEL, RENÉ MAGRITTE, MAX ERNST… EL NUESTRO ES UN VIAJE SURREALISTA, A PIE, HACIA LO MÁS HONDO DE NUESTRO SER.

Texto y fotos: Sergio Fernández Tolosa & Amelia Herrero Becker

El Cabo de Creus es un paraje delirante. El mar, el viento y el salitre son los artífices de un escenario que inspira sueños, desvaríos, alucinaciones… La roca, afilada y cortante, de apariencia imperturbable, se rinde aquí a fuerzas superiores. Montañas ígneas y esquistos de mil colores se combinan en un erial desnudo en el que la naturaleza se muestra diáfana, a la vez que laberíntica. Sin apenas tierra que sustente las aguerridas raíces de los impenetrables arbustos que colonizan este planeta, el paisaje luce caprichoso y extraño, evidente, pero también huidizo y distante, rudo a la vez que frágil.

Caminamos atentos, entre enigmáticas grietas y cíclopes petrificados, bajo un sol de plomo que corta las sombras. Desde el amanecer hasta el ocaso. De un balcón sobre el Mediterráneo a otro, disfrutando de los hoteles con más estrellas que existen en nuestro mundo.

COSTE-ANDO

Viajamos hasta Llançà con la intención de pasar tres días caminando como náufragos solitarios que exploran su nuevo edén. Queremos dar la vuelta completa al Cabo de Creus, primero costeando, en la medida de lo posible, hasta el Paratge de Tudela, el faro, Cadaqués y Norfeu. La cuadratura del círculo la hemos imaginado surcando la cresta de la sierra de Verdera, bajando a Llançà tras asaltar el viejo castillo de Sant Salvador y echar un vistazo a los tejados del monasterio medieval de Sant Pere de Rodes. Para ello hemos dibujado una ruta que alberga algunos pasos inciertos, de esos que no sabes si tendrán o no salida, lo que implica un aliciente más durante esta microaventura. Es invierno y es jueves.

CAMINAMOS DESPACIO, ATENTOS A LOS HUECOS, LAS GRIETAS Y LAS BARROCAS FORMACIONES ROCOSAS. SUERTE DE UNAS MARCAS DE PINTURA MEDIO BORRADAS QUE INDICAN EL RUMBO POR ESTA TROCHA CASI PERDIDA QUE VA Y VIENE FORMANDO UN CAOS TRAPISONDISTA.

RECORRIDO
66 km

Itinerario circular, muy panorámico, con inicio y final en Llançà. Perfecto para una escapada de 2 o 3 días de trekking, fast trekking o, por qué no, trail running.

DESNIVEL
2.355 m+

La ascensión acumulada es poco importante, pero el terreno accidentado y el constante sube y baja hacen que pueda parecer más duro de lo esperado.

DIFICULTAD
3/5

La única dificultad técnica reside en las sendas estrechas y empinadas de la zona de Cala Galladera y el acceso al castillo de Sant Salvador. La ausencia de fuentes sí endurece la travesía.

ATRACTIVOS
☆ ☆ ☆

Fuera de temporada, el Parc Natural del Cap de Creus es una zona muy tranquila para caminar y disfrutar de la naturaleza. Abundan las formaciones de especial interés geológico.

CRÓNICA DE LAS ETAPAS

TRAMUNTANA

Al bajar del tren, desplegamos el mapa Alpina de la zona, ponemos el GPS a grabar y cruzamos Llançà por la directa, impacientes por empezar y llegar lo antes posible al Camí de Ronda que va hasta Port de la Selva uniendo playas de cantos rodados y acantilados entre acosadoras urbanizaciones.

Luce un día radiante, pero la fuerte tramuntana eriza el mar azul. Andamos a paso ligero sin reparar apenas en el terreno, pensando en los misteriosos paisajes que nos aguardan sólo un poco más allá.

En Port de la Selva compramos provisiones y agua –no vemos ninguna fuente– para llegar a Cadaqués mañana a mediodía. "¿Sólo 3'5 litros?". "Yo creo que será suficiente…".

Salimos del pueblo por la carretera de Cadaqués, en busca de un viejo camino que ataja por el monte en dirección a la ermita de Sant Baldiri. Hoy el templo permanece aislado en medio del bosque, pero en su tiempo –1702–, se levantó junto al camino que seguían los lugareños entre Cadaqués y Port de la Selva.

A partir de aquí, nos desviamos hacia la costa y bajamos hasta Cala Tavallera por una protosenda precaria y pedregosa, llena de escalones naturales, que desemboca en un barranco por el que hoy no baja ni una gota de agua.

LABERINTOS ONÍRICOS

Desde la playa, otra senda nos catapulta hasta Sa Birba, donde tomamos el GR-11. Lo abandonamos a la altura del Corral d'en Ginebrer, donde la curiosidad nos encamina hacia la indescifrable Roca dels Marroquins.

En busca del mar, seguimos abriéndonos paso por un túnel vegetal que nos empareda. En un desvío casi imperceptible, el instinto nos guía hacia la derecha. Caminamos despacio, atentos a los huecos, las grietas y las barrocas formaciones rocosas, que cambian de negro a rojizo cada pocos metros. Suerte de unas marcas de pintura medio borradas que indican el rumbo por esta trocha casi perdida que va y viene entre matorrales lacerantes, formando un caos trapisondista.

Finalmente, tras un vertiginoso descenso, aterrizamos en la aislada Cala Galladera. Un modesto pero cuidado y limpísimo refugio de pescadores nos ofrece un techo y cuatro paredes. Antes de que anochezca, nos da tiempo a bajar a la rocosa calita a curiosear, remojarnos los pies entre una ensalada de tomates marinos, saludar a los cangrejos ermitaños y dejar que las quisquillas nos hagan cosquillas en las pezuñas. ¡¡¡Adiós, pieles muertas!!! Sesión de ictioterapia gratuita, a ritmo de camarón.

SUEÑOS DE ROCA

Tras una noche la mar de plácida, retomamos la marcha en busca de un paso costero hacia la playa de Narganta –o Portaló–, pero el esfuerzo es en balde. De entrada, la senda se volatiliza, por lo que hacemos unos metros al estilo jabalí, hasta dar otra vez con algo parecido a un caminito que nos lleva hacia no sabemos muy bien dónde.

Cuando logramos reorientarnos, parece que el posible desvío ha quedado un rato atrás, y la sed aprieta –el agua se acabó hace horas: "ya te dije yo…"; "sí, tenías razón…"–, por lo que improvisamos un nuevo camino a través del Rec de Ses Culasses hasta el Paratge de Tudela.

Incluso sedientos, permanecemos allí durante horas, hipnotizados, deambulando bajo un resplandeciente sol que colorea este test del subconsciente hecho roca. En este paisaje freudiano, uno se olvida fácilmente del reloj, ese engendro que Dalí pintó deformado en La persistencia de la memoria, como si de un queso camembert olvidado al sol se tratase.

ATALAYAS SOBRE EL MAR

Nunca somos partidarios de las prisas, pero esta noche queremos vivaquear en la punta más oriental de la península de Norfeu, así que abandonamos el mundo de los sueños por la senda de Cala Culip y ponemos rumbo a Portlligat y Cadaqués por el viejo camino.

Después de comer y reponer agua y vituallas en Cadaqués, reiniciamos la marcha por el solitario GR-92, que combina tramos de senda con una monótona pero tranquila pista hasta el Pla de la Figura.

Un largo descenso nos conduce hasta la playa de Jóncols, donde tomamos una nueva senda que sube y baja hasta coronar el Coll del Canadell. Desde aquí nos adentramos en Norfeu por una senda que circunvala la península y nos eleva sobre la bahía de Jóncols.

Ya con las últimas luces, llegamos a la Barraca dels Palauencs. Dos metros cuadrados de suelo sin piedras bastan para dormir a la luz de la luna.

EN LAS ALTURAS

Ver amanecer sobre el Mediterráneo es siempre una experiencia. Con medio cuerpo dentro de los sacos, calentamos agua para el té. El viento se ha esfumado y la calima toma el paisaje desde muy temprano.

Hoy toca subir, subir y subir. Primero hasta la Torre de Norfeu –siglo XVI–, donde avistamos desde las inconfundibles islas Medas hasta la cima nevada del Canigó.

Andamos ligeros por un adusto camino, nos despedimos del mar y seguimos cuesta arriba, hacia el Coll de les Forques, en dirección al Pení. A falta de sendas, seguimos la ancha y monótona pista durante algo más de una interminable hora. Al coronar, sentimos la agradable caricia de la brisa pirenaica, que nos acompaña hasta el Coll del Bombo.

Después entramos de nuevo en un pequeño horno, enlazando sendas hasta el Coll de Sant Genís y el Coll del Cortalàs –o Coll de la Jacona–, donde ganamos la cresta de la sierra de Verdera, que muy pronto nos sitúa en un intrincado mirador a dos aguas. La progresión en este terreno es más lenta, por la fatiga acumulada, el agua que cargamos –hoy nos va a sobrar– y el terreno irregular, que obliga a usar las manos en algunos pasos finales.

SENDAS MEDIEVALES

Tomamos el castillo de Sant Salvador a la hora de comer y, horarios de tren en mano, calculamos si seremos capaces de llegar al de las 17.35 h. Empieza, pues, el sprint final.

Desde la vieja fortaleza trotamos alegremente hasta el monasterio de Sant Pere de Rodes, y de ahí volamos hasta el poblado medieval de Santa Helena y los dólmenes de la Pallera. Siguiendo el GR-11, aparecemos en el Coll del Perer, donde enfilamos un divertido sendero que nos conduce entretenidos hasta Llançà. Llegamos con tiempo de sobra para comprar la merienda y subir al tren, una veloz cápsula sideral con destino al mundo real.

INCLUSO SEDIENTOS, PERMANECEMOS ALLÍ DURANTE HORAS, HIPNOTIZADOS, DEAMBULANDO BAJO UN RESPLANDECIENTE SOL QUE COLOREA ESTE TEST DEL SUBCONSCIENTE HECHO ROCA.

GALERÍA DE IMÁGENES

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