Islandia – Costa Sur

VIAJES I 562 km I 2.572 m+

Islandia - Costa Sur

HIJOS DEL VIENTO

VIENTOS HURACANADOS QUE BARREN OCÉANOS DE LAVA, GLACIARES INFINITOS QUE AVANZAN SOBRE AMENAZANTES VOLCANES, CAUDALOSOS RÍOS DE CURSO IMPREVISIBLE, TORMENTAS DE ARENA QUE ENGULLEN LOS CAMINOS... ISLANDIA ES EL PARAÍSO INMENSO, LA TRAMPA PERFECTA.

Texto y fotos: Sergio Fernández Tolosa & Amelia Herrero Becker

El idílico atardecer ha dado paso a una tormenta espeluznante. Estamos acampados a los pies de una montaña llamada Laufafell, junto a un lago que hasta hace un rato parecía un espejo, pero en el que ahora se levantan olas de un metro. A 15 km de aquí se alza el volcán Hekla, considerado el más activo de Islandia. Estamos, literalmente, en mitad de la nada, y a la primera embestida severa del vendaval, las piquetas de la tienda han salido volando.

Vapuleados por el imponderable poderío de la naturaleza islandesa, nos sentimos tan vulnerables como dos renacuajos en una coctelera. En un acto reflejo de improvisación desesperada, amarramos los vientos de nuestra casita de tela a las Surly Ogre, que van lastradas con comida para tres días, y nos acurrucamos en silencio, entre sacudidas invisibles que amenazan con derruir, de un único soplido, nuestro minimalista pero imprescindible refugio.

AVANZAMOS PASO A PASO. METRO A METRO. RÍO A RÍO. NO HAY OTRA SALIDA: SEGUIR MIENTRAS SEA POSIBLE. PARA NUESTROS ADENTROS, SÓLO DESEAMOS QUE LA SITUACIÓN NO EMPEORE AÚN MÁS. ESO SÍ QUE SERÍA UN PROBLEMA.

RECORRIDO
562 km

Evita al máximo la transitada Ring Road, primero por el litoral sur de la península de Reykjanes y después por las Highlands, a través de la F210, hasta Kirkjubæjarklaustur, donde sí sigue la R1 hasta Höfn.

DESNIVEL
2.572 m+

En Islandia, los desniveles son casi anecdóticos, pero cuando hay una subida suele ser con fuertes pendientes. Las más duras de esta ruta se encuentran en la zona de las Highlands, en la F210.

DIFICULTAD
3/5

La ruta es 100% ciclable, aunque podemos encontrar algún tramo arenoso en la F210. La dificultad dependerá más de las condiciones meteorológicas (viento, lluvia, frío) que del kilómetraje o los desniveles.

ATRACTIVOS
☆ ☆ ☆

Los parajes volcánicos, las pozas de lodo burbujeante, las lenguas de los glaciares, los lagos repletos de icebergs, los ríos indomesticables, las focas nadando entre los bloques de hielo, las piscinas públicas...

CRÓNICAS DEL VIAJE

La aventura empezaba pocos días antes, al aterrizar en Keflavík, el aeropuerto internacional del país. Tras desembalar y ajustar las bicis, ponemos directamente rumbo al sur. El objetivo para las próximas semanas es viajar por Islandia evitando, siempre que sea posible, la carretera principal que da la vuelta a la isla, la mítica Ring Road, una ruta clásica del cicloturismo de alforjas por la que cada año, cuando llega el buen tiempo –si así se le puede llamar–, circulan cientos de cicloviajeros procedentes de medio mundo.

La carretera número 1 posee un poder de atracción sorprendente. Es una estrecha lengua de asfalto –sin arcenes, por supuesto– que recorre casi todo el país atravesando interminables páramos volcánicos, entre glaciares y mares de lava, ofreciendo un mirador cómodo y a la vez realmente espectacular para quien desea disfrutar de paisajes impresionantes, como grandiosas cataratas, lagos llenos de icebergs o kilométricas lenguas de hielo.

El imprevisible viento reinante, la caprichosa lluvia y las bajas temperaturas no suponen, al menos aparentemente, pega alguna. Al contrario. Parecen sumar valor a la travesía, convirtiéndose en estímulos extra. Sin embargo, el denso tráfico motorizado en el suroeste del país –especialmente cerca de la capital, donde pueden alcanzarse los 10.000 vehículos por día en dicha vía– le resta encanto a la ruta e invita a buscar alternativas para gozar de una experiencia cicloturista menos estresante y más natural. Por ello, desde Keflavík pedaleamos primero por carreteras secundarias hasta Grindavík, y a partir de aquí empezamos a costear por una vieja pista de tierra y piedras recientemente pavimentada que nos conduce hasta Krysuvík, donde topamos con la zona geotérmica de Seltún, una de las más inestables del país.

Tras aparcar las bicis, caminamos por un mundo que parece importado de otro planeta, lleno de calderas de barro burbujeante, respiraderos de vapor y solfataras que brillan frente a colinas de tierra veteada que asemejan un arcoíris. Aquí, bajo la fina corteza terrestre, la temperatura alcanza los 200ºC, con lo que el sistema de calefacción por suelo radiante está garantizado. El precio a pagar, eso sí, es un hedor a huevos podridos impresionante.

Nuestra ruta continúa hacia el este, por pistas que comunican zonas agrícolas e inmensas fincas en las que pastan manadas de hermosos caballos autóctonos. Los desniveles son realmente inapreciables y el viento nos favorece de sol a sol, por lo que llegamos en apenas tres días a la estratégica población de Hella. Aquí empieza, para nosotros, la verdadera aventura.

Hella es una pequeña población que cuenta con todo lo que necesitamos –un camping, un supermercado, una estación de autobuses y una piscina llena de agua muy caliente– para preparar las dos travesías que hemos planeado para los próximos días.

Hasta aquí hemos avanzado cerca de 190 km –sólo 4 km han sido por la Ring Road–, y el plan consiste en desviarse, a partir de ahora, hacia el interior, tomando la F210, una pista de montaña reservada a vehículos todoterreno que bordea por su cara norte los glaciares Eyjafjallajökull y Myrdalsjökull. Antes, sin embargo, preguntamos en el camping si serían tan amables de dejarnos aparcar allí las bicicletas unos días para irnos de excursión con las mochilas y disfrutar de una de las rutas senderistas más increíbles del mundo. “Por supuesto, no hay problema. Dejadlas ahí mismo, y que disfrutéis del trekking”.

A la mañana siguiente, un robusto autobús 4x4 nos lleva hasta Landmannalaugar, el enclave volcánico de nombre impronunciable y aspecto inolvidable donde comienza la travesía que nos ha de llevar durante cuatro días por paisajes tan cambiantes como inverosímiles. Hasta la famosísima catarata de Skógafoss nos aguardan 80 km de abruptas sendas por paisajes oníricos, con neveros, aguas termales, desiertos de riolita de mil colores, mares de obsidiana, ríos de agua helada, cañones insondables y caóticos campos de lava todavía humeantes, como el surgido durante la más reciente erupción volcánica del país, aquella cuya nube de ceniza obligó a cerrar el espacio aéreo de media Europa durante la primavera de 2010. La experiencia, sin duda, es absolutamente prodigiosa.

De nuevo en Hella, tras un día entero haciendo el garbanzo en la piscina del pueblo –hay pozas a 42ºC– y devorando sabrosos pylsur –los hot dogs locales–, ya estamos listos para afrontar los 165 km de la F210. Con comida para tres días –cuscús y fideos instantáneos, galletas y, por supuesto, varias raciones de pylsur–, enfilamos la pista que nos ha de llevar hacia el salvaje interior del país.

Los primeros 60 km tienden a subir, aunque con sigilo, por un terreno de fácil rodar. Avanzamos con el viento en contra, lentos pero increíblemente animados, por una pista bastante bien compactada que se abre paso entre campos de lava antigua y montañas cubiertas por una perfecta moqueta verde. Al norte divisamos la amenazante pirámide del Hekla. Al sur, lejanas lenguas de glaciar que fluyen hacia rugientes cataratas que se precipitan al vacío.

Por fin estamos donde queríamos estar: en mitad de la nada, con nuestras bicis, nuestra tienda, nuestros sacos de dormir... Y entonces, tras una jornada engañosamente pacífica, se destapa la caja de los truenos. Durante 30 interminables horas, el viento nos zarandea como a hojas secas. Dentro de la tienda, casi nos desahucia por la fuerza. A la mañana siguiente, nos sacude y desequilibra, humillándonos, demostrándonos cuán débiles somos. En la zona más montañosa y expuesta de la F210, nos obliga a caminar asidos a las bicis, que habrían salido volando de no haber estado cargadas.

Avanzamos paso a paso. Metro a metro. Río a río. No hay otra salida: seguir mientras sea posible. Para nuestros adentros, sólo deseamos que la situación no empeore aún más. Eso sí que sería un problema.

Después de una breve tregua a mediodía, en la que conseguimos comer unos fideos que cocinamos al amparo de los baños del refugio Álftavatn, el temporal contraataca con la peor tormenta de arena de nuestras vidas. No vemos nada a cinco metros y el estruendo nos obliga a comunicarnos por señas. La pista ha desaparecido bajo la volátil arena, que se acumula borrando todo signo de civilización.

Según el mapa, estamos cruzando el desolado Mælifellssandur, una vasta planicie formada por sedimentos fluviales procedentes de la fusión de glaciares, de los que no logramos ver ni la sombra. Pese a las dificultades, durante la agotadora jornada finalmente logramos cubrir 38 km antes de hallar un escollo rocoso que sirva de protección para el campamento, que completamos levantando un murete con piedras que recolectamos en los alrededores.

A la mañana siguiente, como por arte de magia, el temporal se ha esfumado. El sol brilla con todo su ser y apenas sopla una suave brisa. Los efectos de la tormenta aún son visibles: el sandur permanece medio inundado, sobre el horizonte todavía flota una nube de polvo y la finísima arena negra ha entrado incluso en los sacos de dormir.

La F210 nos conduce ahora entre remotos glaciares por un arrugado paisaje en el que disfrutamos de las revitalizantes caricias del sol. Aún quedan por cruzar algunos ríos, con todo lo que ello implica –descalzarse, remangarse, sentir el agua helada martilleándote todas las terminaciones nerviosas de rodillas para abajo, secarte, volverte a calzar...–, pero lo peor ha quedado atrás. Sin duda, son las condiciones meteorológicas las que definen la dureza de cualquier travesía por estas tierras.

Hoy todo parece fácil. Súmamente fácil. Incluso el exigente sube y baja final que nos deparan los últimos kilómetros antes de llegar a la minúscula población de Gröf, donde la F210 enlaza con la F208, que se dirige hacia Landmannalaugar. Nosotros ponemos rumbo al sureste, en busca de la Ring Road, la única vía existente para seguir viajando por la costa sur.

Primero habrá que reponer fuerzas en Kirkjubæjarklaustur, donde hay camping, gasolinera con WIFI y supermercado, y al día siguiente armarse de paciencia con los cientos de coches que circulan en verano por este sector de la Ring Road, en el que se encuentran algunas de las más populares atracciones turísticas de Islandia, como el Parque Nacional de Skaftafell, donde llegamos tras unas horas de fácil pedaleo por la carretera.

Al día siguiente, concedemos un descanso a las Surly, pero no a nuestras piernas. Aunque se prevé lluvia –¡qué raro!–, echamos monte arriba en busca de un buen mirador de la impresionante lengua del glaciar Skaftafelljökull. El intento es en vano y sólo logramos ver el espectáculo natural del río de hielo desde las cotas más bajas, pues más arriba las nubes ya nos envuelven con un húmedo, frío y cegador abrazo.

Lo que sí vemos son hordas de turistas que caminan apresurados de un “imprescindible” a otro “imprescindible”, como la famosa cascada de Svartifoss, que fluye sobre un anfiteatro de oscuras columnas de basalto. El camping de Skaftafell es el primer sitio donde sufrimos la invasión turística de la que ya nos habían advertido algunos islandeses. El país ha pasado en muy pocos años de ser un vergel prácticamente desconocido a recibir 900.000 visitantes por temporada, cifra nada desdeñable, pues triplica su población total. Sin embargo, la mayoría de turistas suelen ir a los mismos lugares, por lo que hay zonas inmensas del país en las que todavía es posible sentirse como un astronauta.

El resto del periplo hasta Höfn es un espectáculo natural continuo. La Ring Road avanza por la única franja de tierra habitable que existe entre el océano y el glaciar más voluminoso de Europa, el Vatnajökull, que mide 150 km de este a oeste y 100 km de norte a sur, con un grosor que alcanza los mil metros en algunas zonas. Lo imaginamos como una enorme y pesadísima bola de helado que se derrite lentamente, resquebrajando la inmensa galleta que lo soporta por una docena de anárquicas lenguas de hielo.

Avanzamos extasiados por su belleza, desviándonos por pistas que se acercan hasta las morrenas del glaciar, que en los últimos años ha retrocedido más de un kilómetro, creando en ocasiones lagunas llenas de icebergs, como Breidárlón o la famosísima Jökulsárlón, donde plantamos nuestra tienda y disfrutamos de un atardecer inolvidable, observando las caprichosas formas del hielo flotante, entre las que nadan curiosas focas. Así es Islandia.

AÚN QUEDAN POR CRUZAR ALGUNOS RÍOS, CON TODO LO QUE ELLO IMPLICA: DESCALZARSE, REMANGARSE, SENTIR EL AGUA HELADA MARTILLEÁNDOTE TODAS LAS TERMINACIONES NERVIOSAS DE RODILLAS PARA ABAJO, SECARTE, VOLVERTE A CALZAR...

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7 Responses

  1. marco
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    Hola, y en que parte del lago Jokulsarlon pusieron sus tiendas?

    • conunparderuedas
      | Responder

      hola Marco, cuando llegues, observa un poco el panorama, es recomendable esperar a última hora, alejarse de la carretera, buscar un sitio discreto y así no molestar al resto de usuarios del espacio… nosotros pernoctamos en la orilla este, a 1 km aprox. de la caseta del restaurante y los barcos, en una zona en la que el terreno se ondula

  2. marco
    | Responder

    Hola ustedes hiciceron este recorrido junto al trekking Laugavegur & Fimmvörðuháls? de ser asi como hiciceron para convinar los 2 cuanto tiempo les llevo.saludos

    • conunparderuedas
      | Responder

      hola Marco,
      en este viaje por Islandia hicimos diversas rutas
      luego fuimos hacia el norte y el centro de la isla
      en total pasamos 6 semanas en el país
      para este recorrido por el sur de la isla y el trekking de Landmannalaugar a Skógar, yo calcularía unas dos semanas como mínimo, para ir con calma, disfrutar de los paisajes, realizar los transfers, etc.

  3. Albert
    | Responder

    Hola Sergio y Amelia,

    Primero de todo, felicitaros por el blog. Soy aficionado a la bici y me ha ayudado mucho poder hojear vuestros viajes y salidas.

    Nos vamos con dos amigos 5 días a Islandia a mediados de Agosto intentando seguir como pauta vuestro viaje “Islandia – Costa Sur”. Sin afán de molestar mucho, me gustaría haceros 3 preguntas muy concretas.

    1- És viable hacerlo en 5 días justos?
    2- Hay algún problema para seguir el recorrido con una bici de gravel?
    3- Consideráis que es mejor hacer la ruta y luego volver en bus o tendría sentido ir en bus hasta el final y hacer el track al revés? De ser una opción, sabéis el mejor transporte para ir hasta cerca de Höfn?

    Muchísimas gracias de antemano y por supuesto cualquier consejo que nos podáis dar será bienvenido!

    • conunparderuedas
      | Responder

      hola Albert, muchas gracias por tu mensaje! celebramos que os hayan sido útiles estos posts de Islandia para planificar vuestra escapada a tierras islandesas
      de entrada, deciros que 5 días os van a saber a poco 😉 Islandia esconde muchos rincones bellos y remotos que implican desviarse de las rutas más “pisadas” y con frecuencia la meteorología islandesa obliga a cambiar de planes, adaptándolos sobre la marcha en función del viento, la lluvia, etc., pero si sólo disponéis de ese tiempo, pues habrá que afinar más la planificación. respecto a vuestras preguntas concretas:
      1 y 2. ahora nos queda la duda de si son 5 días de pedaleo o 5 días contando los vuelos, etc. si son de pedaleo, lo vemos factible, pero mejor empezad a pedalear en Hella, donde se puede llegar en autobús (la compañía Straeto es la más económica y admiten bicis), pues es muchísimo más interesante el sector de Kirkjubæjarklaustur a Höfn que el de Keflavik a Hella, y el que es del todo recomendable es la F210 (no asfaltada), que creemos que con bicis de gravel sí se puede hacer
      3. nosotros iríamos de oeste a este sólo por un motivo: si veis el paisaje a la ida en el autobús, luego ya no os sorprenderá tanto sobre las bicis 🙂 el tema del viento es muy aleatorio. hay mil teorías sobre qué dirección lleva con mayor frecuencia, pero al fin y al cabo se acaba convirtiendo en una variante más de la Ley de Murphy. para los autobuses, consultad la web de http://www.Straeto.is para confirmar que todo siga igual, pero cuando estuvimos nosotros se podía regresar desde Höfn a Reykjavík (luego hay que tomar otro bus distinto a Keflavik, donde está el aeropuerto) en buses públicos (sólo tened en cuenta que las plazas de bici son limitadas).
      si tenéis cualquier otra duda, ya sabéis, aquí estamos
      disfrutad del viaje!!!

      • Albert
        | Responder

        Hola de nuevo Sergio,
        Muchísimas gracias por contestar tan rápido el mensaje. Te explico un poco por encima lo de los días y a ver si me puedes dar algún consejo.
        Llegamos al aeropuerto de Keflavík el dia 15 de Julio a las 5 de la mañana. (viajamos de noche) y cogemos el vuelo de vuelta el día 20 a las 22:45. Nuestra idea era llegar a Höfn siguendo un poco vuestros tracks. Si vamos descansados, podríamos salir del aeropuerto y empezar la ruta el mismo día 15. He estado mirando los horarios de Straeto para la vuelta y parece que solo hay dos buses que vuelven de Höfn y tendríamos que coger el primero para llegar a coger el vuelo de vuelta. Nos da un poco de miedo que no haya sitio para las bicis y no podamos llegar al aeropuerto.
        Preguntas:
        – ¿Se puede salir desde el aeropuerto en bici?
        – Straeto parece que no llega hasta el Aeropuerto. ¿Sabes si el bus que va de la ciudad al aeropuerto tiene también rack de bicis?
        – Habiendo hecho la ruta vosotros, podrías decirme si ves muy descabellado ir hasta Höfn o sería más sensato acortar un poco?

        Gracias por la ayuda!

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