Alta Ruta transPirenaica Mountain Bike (II) Vielha – Cabo Higuer

								 by conunparderuedas

VIAJES I 545 km I 14.258 m+

De Vielha a Cabo Higuer

ALTA RUTA TRANSPIRENAICA EN MTB II

HAY OCASIONES EN QUE EL CAMINO DESAPARECE DE LA FAZ DEL MUNDO, PERO EL INSTINTO Y LA ILUSIÓN TE OBLIGAN A SEGUIR ADELANTE. EN ESOS DÍAS, LA FRONTERA DE LO IMPOSIBLE SE DESVANECE Y LA QUIMERA DE UN HIPOTÉTICO PASO HACIA EL SIGUIENTE VALLE TRANSFORMA TUS PIERNAS EN ALAS. ENTONCES, TRAS UN DÍA DE PERROS, CARGANDO UNA INMENSA MOCHILA Y ARRASTRANDO UNA BICICLETA BAJO LA LLUVIA, EL NUEVO DÍA AMANECE CLARO Y TE RECOMPENSA CON UNA VISIÓN ÚNICA DEL PIRINEO.

Texto y fotos: Sergio Fernández Tolosa & Amelia Herrero Becker

"¡Aúpa pareja! ¡Que vaya bien, pero sabed que estáis chalados!". Asier nos desea suerte con su particular sonrisa y un fuerte apretón de manos. Él conoce el Puerto de La Picada y sabe lo que nos espera. Nosotros, por fortuna, no tenemos ni idea.

Hemos pasado la noche en Vielha, en el céntrico hotel Ribaeta, un lujo que pocos días nos hemos permitido en este viaje. Notamos el estómago lleno –quizá demasiado lleno– y el cuerpo rebosante de nutrientes. El tiempo sigue tonto. Ahora chispea, ahora no. El sol permanece prófugo. No importa. Bajo las nubes, sentimos la emoción del momento cumbre. En nuestro interior bulle la energía en una espesa sopa de nervios. La válvula de incertidumbre se eleva por momentos. ¿Pasaremos o no pasaremos?

UN GRAN CIRCO ROCOSO NOS RODEA. MÁS ALLÁ DE LOS 1.500 METROS DE ALTURA, LA NIEBLA LO OCULTA TODO. NUESTRA PUERTA DE ACCESO A HUESCA ESTÁ A SÓLO 4 KM, PERO MIL METROS POR ENCIMA DE NUESTRAS CABEZAS.

RECORRIDO
545 km

Desde Vielha, cruza al valle de Benasque por el Puerto de La Picada (porteo). Una vez en Aragón, pasa por Plan y Ordesa (pista de Las Cutas). En Sarvisé conecta con la clásica ruta de Jordi Laparra hasta Etxalar.

DESNIVEL
14.258 m+

Una travesía integral por el Pirineo implica necesariamente zambullirse en un sube y baja constante, de principio a fin. Calculad entre 1.000 y 1.500 m+ diarios. Y atención a los frenos en las bajadas.

DIFICULTAD
4/5

Por los elevados desniveles y la naturaleza de algunas sendas y caminos, que requieren técnica en el manejo de la bicicleta. El porteo de La Picada no es difícil, pero sí duro y, sobre todo, largo (5 horas).

ATRACTIVOS
☆ ☆ ☆

El dramático perfil del macizo de la Maladeta, la ascensión a pie al Posets, los espléndidos panoramas de Ordesa desde la pista de Las Cutas, los frondosos bosques atlánticos del Pirineo navarro...

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EN BUSCA DEL PASO

Venimos pedaleando desde el Cabo de Creus y queremos ir al Cabo Higuer siguiendo lo más cerca posible la línea divisoria del Pirineo. Hemos llegado hasta el Val d'Aran y ahora queremos saltar directamente al valle de Benasque, sin dar rodeos ni tomar carreteras. Hace dos días, Kim, guarda del refugio de Montgarri, nos propuso subir a Eth Portilhon y desde allí saltar hacia L'Escalette, desembocando en el mismo punto, pero por un trazado más largo que podría ser ligeramente más ciclable. Las dos opciones parecen igual de válidas, pero la de Artiga de Lin es la más directa. Después de dudar un rato, nos decantamos por ésta.

Tras una hora larga de ascensión por un bosque que rezuma agua por todas partes, llegamos al final de la pista. Un gran circo rocoso nos rodea. Más allá de los 1.500 metros de altura, la niebla lo oculta todo. Nuestra puerta de acceso a Huesca se encuentra a sólo 4 km, pero mil metros por encima de nuestras cabezas.

Ha llegado el momento. Vaciamos las alforjas. Llenamos las mochilas de trekking. Nos quitamos las zapatillas SPD. Nos calzamos nuestras Bestard Delta NW. Es momento de andar. En teoría, sólo nos separan tres horas del collado, pero cargando con las bicis la aventura se puede alargar ligeramente.

NIEBLA, LLUVIA Y BARRO

Entre rocas, pastizales inundados y charcos repletos de cacas de vaca, ascendemos durante casi cinco horas. El collado permanece invisible y, paradójicamente, pese a la lluvia que cae, no encontramos ni un solo arroyo para rellenar los bidones.

Tras el palizón, plantamos la tienda en un saliente menos encharcado y caemos rendidos después de cenar unas galletas, esta vez sin té, pues no tenemos agua. A la mañana siguiente, el amanecer promete mayores luces. Con el estómago pegado a la columna vertebral, reemprendemos la marcha y en pocos minutos somos capaces de identificar el paso. ¡Por fin la vista confirma lo que indica la pantalla del GPS! ¡Son sólo 100 metros más!

Un lago a la izquierda, una manada de caballos, un paraje insólitamente llano envuelto por altos muros negruzcos, unas cuantas piedras más y, al fin, coronamos el Puerto de La Picada, a 2.477 metros de altitud.

Hacia el otro lado, una senda se zambulle en Aragón. El firme se muestra algo roto y pedregoso, pero el diagnóstico previo no es tan grave como habíamos temido. Sin embargo, hoy estamos realmente reventados. Acabamos de coronar un puerto inciclable de mil metros de desnivel positivo en apenas 5 horas de pateo, cargando cada uno con casi 30 kg entre bici y equipaje. El descenso, en circunstancias distintas, sería otra cosa, pero hoy la opción más sensata es seguir caminando, disfrutando de un paisaje increíble.

TRAS EL PALIZÓN, PLANTAMOS LA TIENDA EN UN SALIENTE MENOS ENCHARCADO Y CAEMOS RENDIDOS DESPUÉS DE CENAR UNAS GALLETAS, ESTA VEZ SIN TÉ, PUES NO TENEMOS AGUA.

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VISIONES DEL PARAÍSO

La alta montaña puede mudar de humor en apenas unos minutos. Normalmente el cambio es a peor, pero hoy estamos de enhorabuena. Donde ayer flotaba el nubarrón universal, hoy fluye una atmósfera translúcida barrida por un viento seco y frío.

Nada más cruzar el puerto, divisamos, a lo lejos, las puntiagudas formas del macizo del Posets. A la derecha, justo frente a nosotros, se abre, entre dos murallas de roca, el Portillón de Benasque, una brecha espectacular que ya usaron las tropas de Napoleón y que se mantiene tan simple y salvaje como hace dos siglos.

La tosca senda y la fuerza de la gravedad nos empujan hacia los llanos del Hospital de Benasque. Descendemos poco a poco, extasiados por la bella postal del macizo del Aneto y La Maladeta, que nos acompaña hasta que alcanzamos la pista asfaltada que surca el fondo del valle. Al llegar abajo, volvemos a disfrazarnos de ciclistas y emprendemos un veloz descenso hacia el Plan de Turpí y el Plan de Senarta, siempre por pista.

Tras calmar la sed atrasada en una fuente de agua helada, en la zona de acampada municipal reconocemos a Unai, colaborador habitual en la Titan Desert y participante en 2011. Él conoce a la perfección todos los senderos locales, así que nos describe con quirúrgica precisión el camino más entretenido y técnico hasta Castejón de Sos, que resulta ser un verdadero regalo para los sentidos –excepto un breve tramo de escaleras muy abrupto que con alforjas resultó pavoroso– y la nota más biker de este sector de nuestra ruta.

En el camping de Castejón de Sos nos espera nuestro buen amigo Miguel, al que conocimos hace años pedaleando por Islandia. Escalador veterano y experimentado montañero, Miguel será nuestro mentor y guía espiritual para afrontar la ascensión a pie al Posets (3.369 m), segunda cima más alta del Pirineo, que saldrá a pedir de boca gracias a sus consejos y a los bocatas de lomo que nos zampamos en la cumbre.

EL CORAZÓN DEL PIRINEO

Tres días más tarde, el viaje continúa superando la Sierra de Chía, camino de Plan. El ascenso al Collado de Sahún se nos atraganta ligeramente, pues la pista ha sido ensanchada aún más, si cabe. Desde aquí disfrutamos de la última panorámica del Aneto, esta vez desde el suroeste.

Tras coronar, el rapidísimo descenso nos sitúa en Plan, donde aprovechamos para retomar fuerzas antes de continuar hacia Lafortunada, siguiendo ahora el trazado de la Pirinés Epic Trail, pero al revés. Es un tramo de asfalto con bastante tráfico pero que pasa rápido, pues la pendiente nos favorece.

Cuando abandonamos la carretera es para reptar por una senda que nos eleva sin contemplación hasta otra pista, también muy pedregosa y exigente que, tras una hora de sudoroso sacrificio, nos sitúa a los pies de Peña Montañesa. Desde Laspuña, la fuerza de la gravedad se encarga de transportarnos hasta Escalona, donde compramos víveres para un par de días antes de apurar los últimos minutos de sol y llegar al camping de Puyarruego.

A la mañana siguiente lo abandonamos temprano, pero enseguida empiezan a salir docenas de campistas en sus vehículos. Vamos todos hacia el Cañón de Añisclo, un bello paraje labrado por el agua que hoy ejerce el papel de límite sur del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.


CUANDO ABANDONAMOS LA CARRETERA ES PARA REPTAR POR UNA SENDA QUE NOS ELEVA SIN CONTEMPLACIÓN HASTA OTRA PISTA, TAMBIÉN MUY PEDREGOSA QUE, TRAS UNA HORA DE SUDOROSO SACRIFICIO, NOS SITÚA A LOS PIES DE PEÑA MONTAÑESA.

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ESPERANDO AL ARCO IRIS

A partir de Nerín tomamos la pista de Las Cutas, antes vetada incluso a las bicicletas porque limita con el parque nacional. Desde hace un tiempo, sí dejan pasar a los ciclistas. Es una ascensión larga y gradual que a nosotros nos pasa volando gracias a la charla que mantenemos con Marc Bieto, diseñador de Mondraker, y Clara, su novia, que están pasando unos días de vacaciones por esta zona.

De camino a los espectaculares balcones de Ordesa conocemos a otro cicloturista, Luis, que se une al grupo sin dudarlo. Al llegar al primer mirador, a unos 2.100 metros de altitud, el viento del norte arrecia helador. El paisaje es inmenso. Ante el derroche de belleza natural, a Marc le viene la inspiración: "Es el Grand Canyon del Pirineo". Y allí nos quedamos, acurrucados y embelesados, observando un paraíso natural prácticamente virgen, protegido por ley desde 1918.

Aunque no lo parezca, el tiempo pasa también allá arriba, y Marc, Clara y Luis se despiden y marchan, unos hacia Fanlo y el otro hacia Broto. Pese al frío y la incipiente lluvia, nosotros optamos por aguardar al Arco Iris.

La espera acaba dando sus frutos. Mientras observamos el ir y venir de una marmota hiperactiva de espíritu escalador, los rayos del sol juegan entre las nubes pasajeras creando una atmósfera incierta que da aún mayor dramatismo al paisaje. Frente a nosotros, los circos de Cotatuero, Carriata, las cimas de Monte Perdido, el Taillón, la Brecha de Rolando… aparecen y desaparecen entre nubes de tormenta y una banda de siete colores.

CIRCOS DE ROCA Y HIELO

A la mañana siguiente, tras varios chaparrones que ponen a prueba nuestra pequeña tienda, el sol regresa con todo su esplendor y devuelve al paraje los tonos propios del verano. Tras la sesión fotográfica de rigor, afrontamos con calma la bajada, que resulta más laboriosa de lo esperado, con pendientes muy empinadas y un firme completamente descompuesto en su parte final, por lo que nos alegramos de haber subido por Nerín.

En el camping Ordesa, situado a las afueras de Torla, las encargadas son muy amables y cuando les comentamos que nos gustaría dar un respiro a las bicis para ir a andar por la parte alta de Ordesa nos ofrecen un almacén para guardarlas. Sin embargo, después de calcular horarios y diseñar un itinerario de ida y vuelta, nos decantamos por ir de excursión más ligeros, madrugar al máximo e intentar regresar en el día. Haber subido y bajado del Posets en una sola jornada nos da una cierta confianza, más aún si pasamos la víspera descansando, tumbados a la bartola y saboreando una copiosa merienda que se alarga durante horas.

Tras el madrugón, la ascensión al Taillón y a la Brecha de Rolando desde el Circo de Carriata, trepando por las clavijas de Salarons, resulta verdaderamente espectacular. Desde el alba, el silencio lo absorbe todo y avanzamos rápidos y ligeros mientras las primeras luces iluminan la Faja de Pelay. Hasta el primer nevero, situado bajo el Pico Blanco, no nos cruzamos con ningún bípedo, pero sí con medio centenar de rebecos y dos docenas de marmotas chillonas.

MIENTRAS OBSERVAMOS EL IR Y VENIR DE UNA MARMOTA HIPERACTIVA DE ESPÍRITU ESCALADOR, LOS RAYOS DEL SOL JUEGAN ENTRE LAS NUBES PASAJERAS CREANDO UNA ATMÓSFERA INCIERTA QUE DA AÚN MAYOR DRAMATISMO AL PAISAJE.

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SELENITAS EN MARTE

La ruta nos lleva por parajes cambiantes: primero densos bosques, luego profundos acantilados, más tarde páramos desérticos y lunares.

Tras superar el Collado Blanco, rondando los 2.900 metros de altitud, la perspectiva es aún más imponente. Ante nosotros se despliega el macizo de Las Tres Sorores, con sus viejas murallas de roca arrugada. Por un momento, el camino se esfuma sobre una lengua de roca anaranjada y otra grisácea. Ahora nos sentimos marcianos, ahora selenitas, explorando un planeta extraño e inhabitable.

Con menos brío que a primera hora del día, alcanzamos la vía normal de Góriz al Taillón, nuestra cumbre de la jornada, y tras almorzar en la cima emprendemos el regreso sin tener muy claro por dónde volveremos. ¿Repetimos las clavijas de Carriata? ¿Probamos por Cotatuero? La tercera vía nos la proponen David y Carmen, una pareja de Albacete que ha subido por Gavarnie y tiene el coche aparcado en San Nicolás de Bujaruelo.

De camino, cruzamos la mítica Brecha de Rolando, donde topamos con una multitud asombrosa que sube y baja desde el refugio de Sarradets. Un poco más abajo, envueltos por la muchedumbre, oteamos la impresionante cascada de Gavarnie, la más alta de Europa, que cuelga 423 metros sobre el circo rocoso.

Ya en el Puerto de Bujaruelo, observamos el Valle de Otal y el Puerto de La Tendeñera, un posible paso hacia Panticosa sólo ciclable hasta el refugio de Otal. Grabamos la imagen en nuestra mente y seguimos bajando. Eso será mañana. O el otro. O quizás el año que viene. Pero primero vamos a celebrar la cumbre con nuestros nuevos amigos en una terraza de Torla.

VUELTA AL ORIGEN

Al día siguiente llueve sin cesar. Necesitamos descansar, comer mucho y, sobre todo, tomar una decisión. La imagen del inexpugnable Valle de Otal sigue fresca en el caché de nuestro ordenador cerebral. "Podríamos intentarlo, pero después de Panticosa vendrían, al menos, otras dos sesiones largas de porteo para llegar a Candanchú, saltar a Hecho…". Las dudas nos asedian tanto o más que la tormenta.

Tras un par de desayunos, el diluvio amaina y aprovechamos para ir al pueblo a desayunar por tercera vez. En la oficina de turismo hay ordenadores con internet, estudiamos la web www.transpirinaica.com y decidimos tomar, a partir de aquí, la clásica ruta Transpirenaica en BTT de Jordi Laparra, aunque con algunas variaciones que se nos ocurran sobre la marcha.

De Torla a Broto usamos el viejo camino, algo trialero en algunos tramos y bastante inundado en otros, pero a partir de Sarvisé ya tomamos la ruta clásica, que en este tramo no tiene otra alternativa que la carretera N-260 hasta Fiscal.

En la ascensión a Bergua recuperamos el compás natural del bosque y poco a poco nos adentramos en un cosmos agreste y pretérito en el que todo suena ralentizado.

Cruzamos Sasa, con sus casones y pozos abandonados, y seguimos trepando por una pista hasta el Collado de las Tres Cruces. Entre jadeos, miramos a nuestro alrededor y tenemos la sensación de que en estas montañas el tiempo se detuvo hace décadas.

La cuesta continúa restándonos años de vida hasta que alcanzamos la celebrada fuente de San Cocoba. A 50 metros hay un sencillo pero tentador refugio libre, aunque finalmente optamos por seguir sumando kilómetros y desnivel. Poco más allá nos aguarda una lejana panorámica de las cimas de Ordesa, todavía visibles sobre el horizonte, y una breve pero inolvidable travesía por un camino compuesto íntegramente por excremento vacuno, toda una experiencia que precede al alucinante descenso hacia Oliván, Lárrede y Senegüé.

AL DÍA SIGUIENTE, LLUEVE SIN CESAR. TRAS UN PAR DE DESAYUNOS, EL DILUVIO AMAINA Y APROVECHAMOS PARA IR AL PUEBLO A DESAYUNAR POR TERCERA VEZ.

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DUREZA IMPREVISTA

Al día siguiente tomamos varios caminos hacia Larrés. Luego, una estrecha carretera nos conduce hasta el bosque de Serrablo, donde recientemente han hecho prospecciones para extraer gas. La ancha pista se abre paso entre los pinos hasta los 1.500 metros de altura, para luego bajar más entretenida y pedregosa hacia Garcipollera, donde enlazamos un tramo asfaltado que nos lleva hasta Castiello de Jaca. Aquí, en vez de tomar la N-330, descubrimos unos caminos que atajan hasta Villa Juanita, donde retomamos la ruta original y, lamentablemente, no queda otra opción que tomar asfalto hasta Aisa, donde paramos a dormir en el albergue municipal.

Por la mañana ascendemos suavemente hasta la Loma de Aisa por una vieja, angosta y agradable carreterilla. Durante el descenso, ávidos de acción, nos complicamos la vida por un camino paralelo que pasa junto a la borda de Sandiniés.

Rellenando los bidones en la fuente de Aragüés del Puerto, un paisano nos asalta con un interrogante: "¿Vais a Urdués… por camino?".

Un minuto después descubrimos la advertencia camuflada en su pregunta. La senda se retuerce entre cortados, enormes piedras y raíces, dejando poco margen para montar. Apenas es un kilómetro y medio, pero se nos hace eterno. El descenso, por suerte, será vibrante. Al igual que el de Urdués a Hecho, y el de Hecho a Ansó, en los que nos toca echar pie a tierra en más de una ocasión, pues hay tramos sólo aptos para expertos kamikazes. La jornada concluye de modo más tranquilo, por carretera, ascendiendo a Zuriza por un bello desfiladero.

CAMBIOS EN EL PAISAJE

La entrada en Navarra es pura fiesta. En el Collado Arguibiela nace una senda trialera alucinante. Las piedras de Huesca han quedado atrás como por arte de magia y nuestros espíritus fluyen libres de nuevo sobre singletracks de tierra húmeda, rozando helechos fosforescentes, a la sombra de árboles gigantes, inclinando la bici sobre peraltes perfectos… El paisaje ha dado un giro sorprendente: aquí todo es verde.

El track nos lleva de nuevo a la carretera, aunque por poco tiempo, pues tras rodear un refugio del Opus Dei volvemos a las aguas del Belabarze para internarnos en otro bosque y afrontar otra bajada, más técnica y pedregosa esta vez, que nos lleva por sendas y caminos hasta la pista de Isaba.

Aquí comienza un larguísimo tramo asfaltado (21 km) por bellos parajes que encadenan subidas y bajadas, primero hasta el Alto de Laza –carretera modernizada– y después hasta la vieja aduana del Puerto de Larrau, donde empieza otro tramo inolvidable, pues entramos en la Selva de Irati, un inmenso bosque en el que pasamos la tarde pedaleando por una amplia y cómoda pista envueltos por infinitos hayedos salpicados por abetos.

A última hora, con la sensación de habernos perdido en un mundo paralelo, alcanzamos el embalse de Iraibea. Junto a uno de sus brazos, tomamos un camino que se adentra en Francia para descubrir a pocos metros un refugio libre –egurgio, en euskera– situado junto a una fuente natural. Después de cenar, oímos el motor de un coche que se acerca. Es el guarda del parque, que pasa a diario para comprobar que todo esté en orden.

Al día siguiente seguimos pedaleando por caminos y algún que otro tramo asfaltado hasta la Fábrica de Orbaitzeta y Roncesvalles, donde casi nos da un ataque de ansiedad al ver a tanta gente junta y leer el precio de los bocatas en los bares. Se nota que es agosto.

Tras orientarnos un poco, tomamos el Camino de Santiago al revés, para subir al Puerto de Ibañeta por senda –aunque dura, es totalmente ciclable– en vez de ir por la carretera, que nos ha parecido muy transitada. Durante el ascenso, nos cruzamos con varios peregrinos, que nos animan, y adelantamos a un joven que camina en sentido inverso al habitual. Sorprendido, nos pregunta cómo se va a Santiago. Le decimos que dé media vuelta y camine 750 km. Sonríe, gira sobre sus pasos y regresa a Roncesvalles. Buen comienzo.

LAS PIEDRAS DE HUESCA HAN QUEDADO ATRÁS COMO POR ARTE DE MAGIA Y NUESTROS ESPÍRITUS FLUYEN LIBRES DE NUEVO SOBRE SINGLETRACKS DE TIERRA HÚMEDA, ROZANDO HELECHOS FOSFORESCENTES, A LA SOMBRA DE ÁRBOLES GIGANTES.

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ÚLTIMOS OBSTÁCULOS

Desde el Alto de Ibañeta, una pista cómoda nos conduce sin perder altura hasta el Collado de Burdinkurutz, donde creemos otear por primera vez el azul del Cantábrico. En la cumbre reaparece el asfalto e iniciamos un descenso interminable por el Forêt d'Hayra hasta prácticamente la localidad de Banca.

Conscientes de que, una vez más, toca subir –la Transpirenaica es así, siempre ganando y perdiendo altura–, el track nos obliga a tomar una pista hoy asfaltada que sube hasta el Col d'Elorrieta. Serán otros 6 km de exigentes rampas –sobre todo al principio, con tramos al 20%– flanqueados por árboles centenarios y verdes prados en los que pastan caballos de largas crines y temerosos ponis.

Al coronar, nos alegramos de descubrir que el descenso es por un variado camino trialero de tierra roja. Esquivando profundos regueros y badenes naturales, llegamos al camping de Erratzu con el ánimo renovado, pero las piernas destrozadas.

Al día siguiente, con la ayuda de los mapas topográficos que cargamos en el TwoNav Sportiva, trazamos un itinerario lo más alejado de la carretera posible, pero la mayor parte de los caminos vecinales también han sido asfaltados. A partir de Elizondo, tomamos el GR-11, la célebre ruta senderista transpirenaica, que tampoco se libra del pavimento en algunos tramos. Sólo los últimos lances del collado de Atxuelaco son todavía de tierra, aunque el descenso es verdaderamente memorable, con apasionantes tramos de singletrack y varios pasos delicados que nos obligan a echar pie al suelo.

FINAL INESPERADO

Casi sin darnos cuenta, completamente extasiados por la acumulación de rocas, cortados, pendientes y raíces que sorteamos en cadena, aterrizamos en el Eskisaroiko Lapoa, donde cruzamos una carreterilla y seguimos rodando por sendas trialeras hasta Collado Also, Collado Orizkie y, por fin, Etxalar.

Es hora de comer. El camarero intuye que vamos a Hondarribia. Por aquí pasan bikers día sí día también desde hace casi veinte veranos. "Muchos, al llegar aquí, se van por la Vía Verde del Bidasoa", suelta a bocajarro mientras nos sirve el arroz con leche. "¿Vía Verde?", pregunta Amelia. "Sí, se coge a 4 km de aquí y va por el río hasta la desembocadura", apunta. "¿Ha dicho Vía Verde?", insiste Amelia. "Sí, y además es todo bajada". Nuestra cara es un poema. El hombre se ha ganado una buena propina. Llamamos a Bruno, que nos espera en Irún, pero mañana. "Venid hoy, tranquilos… Debéis de estar rendidos…".

Al día siguiente, pedaleamos por el laberíntico bidegorri (bici-carril) de la costa hasta el mismísimo faro del Cabo Higuer. Tras 1.160 km de viaje, es hora de darse un baño en las aguas del Cantábrico.

EL DESCENSO ES VERDADERAMENTE MEMORABLE, CON APASIONANTES TRAMOS DE SINGLETRACK Y VARIOS PASOS DELICADOS QUE NOS OBLIGAN A ECHAR PIE AL SUELO.

2 Responses

  1. nos funcionó mucho.

    • conunparderuedas
      | Responder

      lo celebramos, muchas gracias por el comentario
      un saludo!

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